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México necesita jueces que actúen con prudencia: Margarita Luna
MÉXICO, D.F.- En ceremonia encabezada por el ministro presidente de la SCJN, Luis María Aguilar Morales, donde les tomó protesta a 79 magistrados de circuito de las cuales 19 son mujeres y a 2 jueces de distrito, la ministra Margarita Luna Ramos, manifestó que hoy, México requiere de jueces preparados y prudentes.
“Hoy como nunca, nuestro país requiere de jueces preparados, prudentes, sobre todo prudentes, profundamente conocedores del Derecho, de las leyes que integran el orden jurídico, hondamente conscientes de los problemas y la realidad por la que México transita”, expresó Luna Ramos.
En ese sentido, dijo que “la prudencia tiene que ser sabia virtud a cultiva en un tribunal colegiado y entender que la opinión de un compañero, no vence sino convence; que en una discusión la defensa de un criterio externado con convencimiento no riñe con el reconocimiento de la verdad ajena y del erro propio.
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“Los jueces no somos infalibles, pero sí estamos comprometidos férreamente con la verdad, nunca habremos de esquivarla deliberadamente, sino agotar hasta donde nuestras capacidades nos permitan su esclarecimiento, con conocimiento y convicción por encima de todo”, retificó la ministra Margarita Luna.
Durante la sesión solemne por este acto, Luna Ramos destacó además que la presencia de mujeres en la SCJN son muestra patente de que capacidad, decisión esfuerzo y trabajo, son las únicas cualidades que permiten a las mujeres un exitoso desarrollo profesional, así como la voluntad del Poder Judicial Federal, de constituirse en una institución que brinda igualdad de oportunidades.
En su oportunidad, el consejero de la Judicatura Federal, Felipe Borrego, haciendo apología del filósofo griego Sócrates, refirió a los nuevos integrantes del Poder Judicial que el Estado siente como esencial el problema de la elección de los jueces , porque sabe que les confía un poder mortífero que mal empleado, puede convertir en justa la injusticia, obligar a la majestad de la ley a hacerse paladín de la sinrazón e imprimir indeleblemente sobre la cándida inocencia, el estigma sangriento que la confundirá para siempre con el delito.