‘No tendrán mi odio’

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‘No tendrán mi odio’

ilustración: Vanguardia
Lo que requerimos en el mundo es educar a las nuevas generaciones en la paz y tolerancia, Y nunca caminar por la senda de la ley del Talión
Nadie nace odiando a otra persona. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar”
Nelson Mandela, activista

El odio y la violencia acaparan los titulares de la prensa mundial, los eventos terroristas  tanto en París como en otras partes del mundo nos dejan sin habla. La violencia genera más violencia, el resentimiento cabalga como un fantasma sobre los países que han sido víctima de los recientes sucesos.

En muchos países europeos las agresiones en contra de ciudadanos musulmanes se acrecientan cotidianamente. El propósito de los terroristas con estas acciones  también se cumple, pues los atentados, que siempre son una agresión a los derechos humanos, tienen una lógica perversa: que prevalezca el miedo, que la libertad de las personas sea vea debilitada y limitada, que la tranquilidad sea imposible, que las personas se vean con desconfianza y temor, que cotidianamente vivan aterradas, en alerta permanente. Por ello, los actos terroristas enfatizan la brutalidad.

Los terroristas de cualquier signo o denominación justifican la violencia como un medio para lograr resultados “útiles” para sus causas, esto es lo que lleva a la apología de la violencia y la muerte, y al rotundo rechazo de los medios no violentos. Los terroristas quieren, desean fervientemente,  ser odiados, ese es uno de sus objetivos,  en su actuación no hay cabida a la piedad, a la misericordia, al sentido humano.

Ellos fracasan cuando no encienden el odio, la antipatía, la aversión, el resentimiento y las ganas de la venganza de quienes ofenden, de los países, las familias y las personas que hieren  y lastiman para siempre.  

Una víctima de Bataclan  

En el atentado del teatro de Bataclan, la vida de Antoine Leiris, periodista de la cadena de radio France Bleu,  cambió para siempre, su amada esposa Hélène Muyal, que tenía 35 años y era maquilladora artística,  se encontraba en ese recinto y fue brutalmente asesinada por los terroristas. Antoine y Hélène tenían un bebe de 17 meses y estaban felizmente  por espacio de 12 años.

Ante esta realidad el corazón  de Antoine pudo haber optado por el odio y la venganza, pero este hombre no quiso darles ese anhelado  placer a los terroristas; más bien, escribió a los asesinos de su esposa una carta titulada “No tendrán mi odio”,  misma que ya ha sido leída por miles de personas en la red. 

Letras de oro

“La noche del viernes ustedes robaron la vida de un ser excepcional, el amor de mi vida, la madre de mi hijo, pero ustedes no tendrán mi odio. No sé quiénes son y tampoco quiero saberlo, ustedes son almas muertas. Si ese Dios por quien ustedes matan tan ciegamente nos ha hecho a su imagen, cada bala en el cuerpo de mi mujer habrá sido una herida en su corazón.

Así que yo no les daré el regalo de odiarlos. Ustedes lo están buscando, pero responder al odio con la cólera sería ceder a la misma ignorancia que hace de ustedes lo que ustedes son. 

Ustedes quieren que yo tenga miedo, que mire a mis conciudadanos con ojos desconfiados, que sacrifique mi libertad por la seguridad. Perdieron. Sigo siendo el mismo de antes.

Yo la he visto esta mañana, finalmente, después de noches y días de espera. Ella estaba tan hermosa como cuando partió el viernes por la noche, tan bella como cuando me enamoré perdidamente de ella hace más de 12 años. Por supuesto que estoy devastado por el dolor, les concedo esa pequeña victoria, pero esta será de corta duración. Sé que ella nos acompañará cada día y que nos volveremos a encontrar en ese paraíso de almas libres al que ustedes jamás tendrán acceso.

Nosotros somos dos, mi hijo y yo, pero somos más fuertes que todos los ejércitos del mundo. Y ya no tengo más tiempo para darles, tengo que volver con Melvil que ya ha despertado de su siesta. Tiene apenas 17 meses de edad. Va a comer su merienda como todos los días, después vamos a jugar como siempre y, toda su vida, este pequeño niño les hará frente siendo feliz y libre. Porque no, ustedes no obtendrán su odio”.

Ustedes robaron la vida de un ser excepcional, el amor de mi vida, la madre de mi hijo, pero ustedes no tendrán mi odio. No sé quiénes son y tampoco quiero saberlo, ustedes son almas muertas”
Antoine Leiris, periodista

Himno a la esperanza

Se requiere valor, pero sobretodo un corazón luminoso para escribir esas líneas, la carta de Antoine es un himno a la esperanza, sus razones de amor y vida iluminan al mundo, gracias a la alquimia de su corazón  los terroristas con él no triunfaron. Antoine es testimonio que el bien triunfa sobre el mal.

Tenía razón Mandela cuando dijo “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar, el amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario”, creo que Antoine, en su carta, enseña a no odiar, lección que sin duda germinara en su propio hijo; eso es precisamente lo que requerimos en  el mundo, educar a las nuevas generaciones en la paz, en la tolerancia, en nunca caminar por la senda de la ley del Talión, de ese círculo violento y vicioso de ojo por ojo, diente por diente.

Ceguera total

El camino que conduce al odio y la venganza no tiene sentido, existe una historia que lo expresa a la perfección: “Había una vez dos dueños de tiendas, que estaban en constante competencia entre ellos. Su rivalidad era tanta que ambas familias ya ni se hablaban, y se odiaban a muerte. Por fin, el Señor se cansó de aquellos odios y rencores y mandó a un ángel para que pusiera fin a aquellas enemistades. El ángel se acercó a uno de los tenderos y le explicó que aquella situación entristecía a Dios. Y le dijo: Dios está dispuesto a darte cualquier cosa que le pidas: riqueza, prestigio, poder, salud, fama… Solamente tienes que pedir y Dios te lo concederá al instante.

El hombre, lleno de alegría, empezó a imaginar todo lo que podría pedir. Estaba a punto de pedir algo muy importante para él, cuando el ángel le dijo: Hay una condición. Todo lo que tú pidas, también se lo dará a tu vecino, pero doble que a ti. Entonces, el hombre se puso furioso y repuso con rapidez: Que me quede ciego de un ojo, para que el otro se quede totalmente ciego” ¿Habrá mayor estupidez? Indudablemente, en los corazones invadidos por el odio no hay cabida a la sensatez.

El amor sonríe, el odio gruñe; el amor atrae, el odio rechaza; el amor confía, el odio sospecha; el amor enternece, el odio enardece; el amor tranquiliza, el odio altera”,
Mauricio Fornos, activista

Los campos del amor y el odio

He tomado prestado de Mauricio Fornos las siguientes líneas donde se expresa el asombroso contraste que existe entre el amor y el odio: “El amor sonríe, el odio gruñe; el amor atrae, el odio rechaza; el amor confía, el odio sospecha; el amor enternece, el odio enardece; el amor canta, el odio espanta; el amor tranquiliza, el odio altera; el amor guarda silencio, el odio vocifera; el amor edifica, el odio destruye; el amor siembra, el odio arranca; el amor espera, el odio desespera; el amor consuela, el odio exaspera; el amor suaviza, el odio irrita; el amor aclara, el odio confunde; el amor perdona, el odio intriga; el amor vivifica, el odio mata; el amor es dulce; el odio es amargo; el amor es pacífico; el odio es explosivo; el amor es veraz, el odio es mentiroso; el amor es luminoso, el odio es tenebroso; el amor es humilde, el odio es altanero; el amor es sumiso, el odio es jactancioso; el amor es manso, el odio es belicoso; el amor es espiritual, el odio es carnal. El amor es sublime, el odio es triste”.

“No tendrán mi odio”, son las palabras para vencer al terrorismo y la maldad, pues quienes las pronuncian tienen la  incomparable fuerza del amor que todo lo puede, que todo lo vence, que todo lo transforma. 

 cgutierrez@itesm.mx
Programa Emprendedor 
Tec de Monterrey Campus Saltillo