Cena en una venta rumbo a Zaragoza

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Cena en una venta rumbo a Zaragoza

El Quijote es abundante en diálogos no sólo de magnifica factura literaria sino también amenísimos, chispeantes, verdaderamente deliciosos. A manera de muestra va un ejemplo.

Tiene lugar ese diálogo en una venta cercana a Zaragoza, hacia donde parten Don Quijote y Sancho Panza luego de una larga permanencia, de alrededor de veinte días, en el castillo de los Duques, donde son objeto de numerosas atenciones pero también de muchas burlas.

Antes de transcribir la conversación, en beneficio del lector cabe precisar que en los tiempos de Cervantes se llamaba “venta” a las posadas ubicadas cerca de algún  camino. En éstas se daba servicio de alojamiento y alimentación a los viajeros, y solían disponer de caballerizas con agua y pastura (o pienso) para los animales equinos que se utilizaban en los traslados.

Como es de suponer, el ventero era el encargado de una venta. Y a diferencia delconcepto actual, se le llamaba Huésped más comúnmente al hospedador, es decir, al que proporcionaba el hospedaje, que al hospedado.

Aclarado lo anterior, cuenta Cervantes en el capítulo 59 de la II Parte de su genial novela, que nuestros personajes llegaron y se instalaron en una venta. Y a continuación escribe así:

“Llegóse la hora de cenar; recogiéronse a su estancia; preguntó Sancho al Huésped que qué tenía para darles de cenar, a lo que el Huésped respondió que su boca sería medida; y así, que pidiese lo que quisiese: que de las pajaricas del aire, de las aves de la tierra y de los pescados del mar estaba proveída aquella venta.

“—No es menester tanto—respondió Sancho—; que con un par de pollos que nos asen tendremos lo suficiente, porque mi señor es delicado y come poco, y yo no soy tragantón en demasía.

“—Respondió el Huésped que no tenía pollos, porque los milanos (aves de rapiña) los tenían asolados.
“—Pues mande el señor Huésped —dijo Sancho- asar una polla que sea tierna.

“—¿Polla? ¡Mi padre!—respondió el Huésped-. En verdad en verdad que envié ayer a la ciudad a vender más de cincuenta; pero, fuera de pollas, pida vuestra merced lo que quisiere. 

“—De esa manera —dijo Sancho—, no faltará ternera o cabrito.

“—En casa, por ahora— respondió el Huésped—, no lo hay, porque se ha acabado; pero la semana que viene lo habrá de sobra.

“—¡Medrados estamos con eso! —respondió Sancho—. Yo pondré que vienen a resumirse todas estas faltas en las sobras que debe de haber de tocino y huevos.

“—¡Por Dios —respondió el Huésped— que es gentil relente (buen humor) el que mi huésped tiene! Pues hele dicho que ni tengo pollas ni gallinas, y ¿quiere que tenga huevos? Discurra, si quisiere, por otras delicadezas, y déjese de pedir gullurías (cosas raras).

“—¡Resolvámonos, cuerpo de mí —dijo Sancho—, y dígame finalmente lo que tiene, y déjese de discurrimientos, señor Huésped!

“—Dijo el Ventero:

—Lo que real y verdaderamente tengo son dos uñas de vaca que parecen manos de ternera, o dos manos de ternera que parecen uñas de vaca; están cocidas, con sus garbanzos, cebollas y tocino, y a la hora de ahora están diciendo: ‘¡Cómeme! ¡Cómeme!’”(35)

jagarciav@yahoo.com.mx