Mirador 22/03/16

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Mirador 22/03/16

San Virila narró a sus discípulos la triste historia del eremita Nicodemo.

Cuando tenía seis años de edad, su padre espiritual, un anacoreta llamado Cosme, lo llevó a una montaña y le hizo jurar que jamás caería en las tentaciones de la carne. Era tan niño Nicodemo que creyó que lo que Cosme quería que le prometiera es que jamás la comería. Así, no pensó haber pecado el día en que una muchacha campesina -que él confundió con un hada- se le apareció en su cueva el día que él cumplió los 20 años y le enseñó los goces inefables del amor.

Toda su vida fue fiel Nicodemo a la promesa que hizo a Cosme: jamás cayó en las tentaciones de la carne. Quiero decir que nunca la comió. Se le acabó la vida a los 103 años de su edad. Poco antes de expirar dijo con una gran sonrisa a las buenas gentes que acudieron a presenciar su muerte:

-Muero feliz. No disfruté los bajos placeres de la carne, pero conocí a las hadas.

¡Hasta mañana!...