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El arpa mágica
Soy un cinéfilo que nunca va al cine. Esto suena a parajoda, cosa más fuerte aún que paradoja, pero no lo es. Me gusta mucho el séptimo arte -en México ha andado siempre entre el 45 y el 723-, pero disfruto del cine en pantuflas, es decir del que ve uno en su casa. No hay butaca, ni siquiera la de los nuevos cines VIP, tan cómoda como el sillón favorito o el sabroso colchón de nuestra cama.
Anoche vi una hermosa película. Su argumento está tomado de una novela de Truman Capote, “The grass harp”, “El arpa de hierba”. Este Capote -en su vida privada fue Capa- poseía un acabado oficio de escritor. Logró obras maestras lo mismo en la novela que en el cuento, igual en el teatro que en el reportaje periodístico. Su libro “A sangre fría”, en la que hizo el recuento de un sonado crimen, inició un nuevo género entre ficción y crónica, cultivado luego por autores como Mailer.
A más de genio Capote también tenía ingenio. Cierta noche, en un bar de Nueva York, un par de chicas se acercaron a él en busca de su autógrafo. Eso molestó a un parroquiano ebrio, quien se sacó algo que no se debe sacar en público y burlonamente le pidió a Capote que ahí le pusiera también su autógrafo.
-Con todo gusto -accedió él-. Pero van a caber nomás las iniciales.
Hace años leí “El arpa de hierba”. No sabía, sin embargo, que se hubiese hecho una versión cinematográfica de la novela. La película es espléndida, sobre todo por su elenco: Jack Lemmon, Walter Matthau, Sissy Spacek, Piper Laurie, Mary Steenburgen, Roddy McDowall, Charles Durning... En ellos viven su vida los personajes de Capote: la dominante Verena, dueña de los principales negocios del pequeño pueblo, y por tanto dueña también del pueblo; su hermana Dolly, un poco loca pero más cuerda que su ambiciosa pariente; el juez Charlie, quien al final de su vida comprendió que la justicia no siempre está en la ley; Catherine, la rolliza sirvienta negra que se decía india; aquella predicadora itinerante, Ida, que difundía el amor cristiano haciendo el amor con todos sus prójimos, merced a lo cual había formado una variopinta colección de 15 hijos...
Como un hálito flota sobre la película el amoroso espíritu de Dolly. Ella vive en una nube intemporal de sueños.
Amparó una vez a unos gitanos, y ellos le regalaron la receta de un tónico mirífico. Sale de vez en cuando al campo para buscar las hierbas con que lo hace. Cuando su hermana y un buscador de fortunas pretenden que les entregue la receta para comercializar el tónico, ella huye y se va a vivir en la casa que alguien, muchos años atrás, construyó sobre un árbol en el bosque. Esa casa y sus moradores -Dolly, la sirvienta negra y un muchachillo huérfano- serán símbolo de libertad, de alegría y de amor.
“El arpa de hierba” es una canción a la vida. No un himno, sino una canción sencilla escrita con notas cotidianas. Esa canción la canta gente que es extraordinaria a fuerza de ser gente común. Es una canción popular, y eso le da vigencia permanente. Es decir le da eternidad.