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¿Por qué hacemos lo que hacemos y por qué somos como somos?
“El mexicano puede doblarse, humillarse, ‘agacharse’ pero no ‘rajarse’, esto es, permitir que el mundo exterior penetre en su intimidad”.
Octavio Paz
En principio, no debemos de olvidar que México es un país multicultural conformado por cualquier cantidad de naciones (mayas, toltecas, zapotecos, mixtecos, otomíes, tarahumaras, huicholes, mixes, mayos, yaquis, chontales, kikapús, purépechas, huastecos, entre otros), naciones sui generis, que vivían bajo el signo del tributo y del miedo a quienes detentaban el poder. A eso tendríamos que añadir los grupos que arribaron a nuestras tierras, con una problemática bastante compleja en la península; donde a base de fuego, terror y sangre, expulsaron primero a los judíos y luego a los moros.
Luego, habrá que tener en cuenta que muchos de los que llegaron con Colón a las “Indias” eran buscadores de fortuna; acostumbrados a mentir, robar, engañar y, sobre todo, a poner de parapeto a la fe para conseguir los fines trazados. También es importante recordar las disputas cortesanas en Europa, el papel de la Iglesia con Alejandro VI, la unión de los reinos a partir de matrimonios arreglados y más. Con todo ese trasfondo se gestó la conquista. Una mezcla muy peligrosa que dio como resultado la mexicanidad.
Entonces que no se le haga raro, aunque hay otras naciones que son producto cien por ciento de migraciones, que dificultemos de entrada ponernos de acuerdo por la diferencia de origen, costumbres, lenguas, creencias y comportamientos distintos. El “conócete a ti mismo” socrático, representa saber hacia dónde vamos. El conocimiento de saber quiénes somos como pueblo, constituye un factor fundamental en nuestro proceso de desarrollo y crecimiento. ¿Quiénes somos realmente? ¿Porque somos como somos y porque hacemos lo que hacemos?
Como decíamos, a la llegada de los españoles las tensiones sociales que se vivían entre los diferentes grupos eran evidentes y algunos vieron en ellos una esperanza liberadora. Cuando los antiguos mexicanos quisieron reaccionar, era demasiado tarde. El español los había liberado del yugo, en este caso de los aztecas, para someterlos a otros tratos inhumanos, crueles y tiranizantes que les impusieron. Se les arrebató absolutamente todo; la cultura, la religión y las costumbres. Los antiguos mexicanos abandonaron su cultura original por razones de supervivencia. El mestizaje justamente es eso, la expresión más nítida de la inclusión en un mundo distinto. La unión del indio con el español fue una transculturación profundamente dramática. El trato de segunda clase que experimentó el criollo es otro elemento importante a considerar.
Así al tiempo el mexicano, criollo y mestizo, estará frente a un conflicto de grandes dimensiones víctima de contradicciones. Oculta su origen y lo niega, se avergüenza de su cultura, siente temor y ansiedad a ser descubierto, miente para no ser castigado y reprimido. Habrá que leer a Octavio Paz en el Laberinto de la Soledad para entenderlo en perspectiva donde afirma la perdida de “su herencia, lengua, religión, costumbres, creencias”.
Necesitamos identidad. Por eso con Hidalgo, no se busca la Independencia con respecto a los españoles, se busca la necesidad de afirmación y rebeldía frente al padre. El objetivo se logró a medias. Al tiempo la mutilación geográfica de 1847 es otro golpe contra la autoestima, y surge una nueva dependencia y una nueva figura paterna, los Estados Unidos de Norteamérica que comienza a tener actitudes de padre posesivo, que reprime y que reclama según lo que le corresponde. Se reniega de Juárez y la República y se retoma el malinchismo (admiración de una cultura distinta a la original) en 1862 con la invitación de Francia, Inglaterra y España.
Esa ha sido nuestra historia, la suplantación de una figura de autoridad por otra. La llegada de Porfirio Díaz y su dictadura que se extiende hasta 1910, es otra prueba fehaciente de la necesidad de padre protector que anduvimos buscando. Una figura que en el dictador se volvió como en el pasado arbitraria y distanciada del vulnerable. Figura que representa en 1929 el partido que “hereda” los ideales de la revolución, esa misma que se hizo en contra Díaz y para continuar con el sometimiento sistemático se creó un partido corporativista representado por un tlatoani que durante 72 años, con un intermedio de 12, sigue más vivo que nunca.
Otro elemento a considerar en este ir descubriendo nuestra identidad, es el papel que ocupa la familia en nuestra personalidad; la supremacía del padre y el sacrificio de la madre son elementos que dan respuesta al “por qué somos como somos”. Y a pesar de que afirmamos que el “ser familia” es un rasgo que distingue a los mexicanos, la idea de familia es sui generis. Nos alegra que cuando nace una creatura sea niño, en vez de niña. Lo femenino sigue siendo un mal negocio. La niña debe aprender a cocinar, bordar y tejer además de mantenerse limpia y bien vestida. El hombre, por su parte, deberá gritar más fuerte y desaprobará severamente toda demostración de interés de tipo femenino. El niño debe de parecerse a su padre, debe mostrar valor hasta ser temerario, agresivo, brusco y sobre todo “no rajarse”. Hay que hablar de sexo y ser bien macho, ¡ah! y en el estadio hay que dar siempre el grito de guerra, ese que nos caracteriza a los mexicanos para seguir manteniendo siempre en alto la virilidad. Hay que defender a las hermanas y no dejar que ofendan a nuestra abnegada madrecita.
El malinchismo, las leyendas, la lucha libre, el amor a la madre, los tacos, los símbolos patrios, su sentido del humor, su capacidad imaginativa, el influyentismo, la impuntualidad, la fanfarronería, la anarquía, el miedo, la envidia, el despilfarro, el tirar la basura, el abstencionismo, los diminutivos, la susceptibilidad, la fe guadalupana, los chistes, la corrupción, el soborno, el nepotismo, la extorsión, la grilla, la colusión del funcionario con el patrón, la venta de puestos y plazas, el contrabando o la fayuca, los fraudes al fisco, los aviadores, los mordelones, la explotación de los trabajadores, los líderes charros, el incumplimiento laboral de los lunes, la prensa, la radio y la televisión ad hoc al sistema en turno, la asistencia al estadio, la comida del domingo, los compadres; en fin todo eso y como dicen los pronósticos deportivos “lo que se acumule en la semana”, conforman la identidad del mexicano; es decir, de una manera general y para no cometer una falacia por generalización, en mucho así somos los mexicanos ¿Influye o no influye el pasado? ¿Ya se va entendiendo un poco mejor por qué somos producto de la historia que nos antecede?
La herencia histórica y la psicología del mexicano ahí están, no se pueden hacer a un lado, evidentemente hay cosas que podemos hacer que permanezcan, pero hay otras que necesitamos urgentemente cambiar. Hay experiencias que son loables y hasta dignas de replicarse. El mexicano es esforzado y aprende rápidamente, en mucho vivimos una coyuntura fabulosa para cambiar las taras que complican la cita de muchos con el desarrollo. Es importante saber quiénes somos y de que estamos hechos para conocer nuestras áreas de oportunidad, eso justamente es la autoestima; es la capacidad que tenemos de conocernos en nuestros pensamientos, sentimientos, valores. En fin tener una percepción correcta de nosotros mismos, nuestros alcances y el valor que cada uno de nosotros tenemos.
Asumir cada uno las responsabilidades que tenemos y prever el impacto de nuestras acciones puede contrarrestar la baja estima social, moral y psicológica que nos ha impedido consolidarnos como país. Gobiernos, organizaciones, medios, universidades, escuelas, empresas, iglesias e instituciones en general tendremos que revertir lo que se ha hecho y con actitud autocrítica saber que hay muchas áreas de oportunidad que nos pueden hacer responsables de un presente y un futuro mejor para todos.