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Irak 2016 o las lecciones de una intervención fallida
El miércoles Irak tuvo el día más sangriento de 2016. Tres ataques suicidas en un mismo día. Unos 95 muertos.
En el Índice Global de Terrorismo, Irak registra el nivel más alto del planeta. ISIS controla 20% del territorio, lo que ha ocasionado que, tras su muy anunciada retirada, EU haya tenido que regresar a combatirle.
En ese entorno, hace sólo unos días, Bagdad se declaró en estado de emergencia cuando cientos de manifestantes penetraban el Parlamento. Las disputas sectarias están a flor de piel y ponen en jaque el futuro político de un país que fue intervenido militarmente hace trece años como parte de la estrategia contra el terrorismo, pero que es hoy la nación más golpeada justamente por el terrorismo y la segunda menos pacífica del globo.
Las justificaciones de la intervención internacional en 2003 no están ya en disputa. Tanto la existencia de armas de destrucción masiva como el rol de Bagdad en los atentados del 9/11 fueron posteriormente descartados. Lo importante es que una coalición de países toma la decisión de invadir, derrocar al líder y, posteriormente, cuando las condiciones políticas o financieras así lo dictan, todos se marchan sin garantizar que queden asentados los pilares de una construcción de paz de raíz.
Las circunstancias con Hussein estaban lejos de poderse considerar “pacíficas”. Sin embargo, los factores que terminan detonando el terrorismo y la violencia que hoy el país vive, son la intervención internacional y el derrocamiento del líder que concentraba el poder. EU eligió correr ese riesgo para consolidar su posición geopolítica en una región que se perdía. No obstante, el fracaso estratégico quedó a la vista poco después. La intervención contribuía a incrementar una insostenible deuda. La estabilidad nunca llegó. La guerra contra Al Qaeda en Irak generaba miles de pérdidas estadounidenses, lo que costó a Bush su popularidad. Así que urgía salirse. El Pentágono advirtió que el retiro se debía hacer más lentamente de lo que se hizo, pero Obama decidió no escucharlo.
Al Qaeda en Irak (hoy ISIS) quedó lastimada, pero no murió. Supo reagruparse y aliarse con ex militares de tiempos de Saddam Hussein, y retomó su expansión. Penetró la guerra civil siria, y se aprovechó de la debilidad del ejército iraquí. En junio del 2014, ya habiendo roto con Al Qaeda, ISIS conquistó Mosul, la segunda ciudad de Irak, y puso al mundo a temblar con sus videos y amenazas. Obama se percató de que se había ido demasiado pronto y tuvo que regresar.
Ahora, tras años de más violencia, los retos son mayores. Se requiere, si no eliminar, al menos contener y reducir a ISIS, y recuperar para el Estado iraquí el control del territorio y la seguridad. Pero la labor también incluye la consolidación institucional, la generación de un sistema para compartir el poder que sea incluyente de todos los grupos sectarios en un marco de respeto a los derechos —humanos, políticos, sociales y económicos— de cada uno, además de un proceso de reconciliación e integración. Suena complicado, pero la falta de esos elementos, es precisamente lo que alimenta el terrorismo y la violencia, situaciones que, por cierto, en un mundo interconectado, no se quedan en Irak.
Twitter: @maurimm