Mirador 17/05/16

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Mirador 17/05/16

Aquel hombre soñaba con soñar un sueño.
Se le iba el sueño soñando aquel sueño, pero no dejó nunca que el sueño se le fuera.
Y sucedió que un día el sueño lo soñó a él.
Entonces el hombre y el sueño fueron una misma cosa. El hombre vivió para el sueño, y el sueño soñó para el hombre.
Aun así el hombre nunca pudo realizar su sueño.
Eso, sin embargo, no le quitó el sueño: sabía que los sueños -los verdaderos sueños- son para soñarse, no para vivirse.
Pasó el tiempo como un sueño, y el hombre murió. Al morir tenía una vaga sonrisa entre los labios. Jamás había renunciado a su sueño, y eso lo había hecho feliz. Cuando un sueño se cumple se vuelve realidad. Deja, por tanto, de ser sueño. Y la vida de los sueños es siempre mejor que el sueño de la vida.
¡Hasta mañana!...