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Mirador 03/06/16
Dios se ha portado bien: está lloviendo en el Potrero de Ábrego.
Oigo de pronto el ruido de la lluvia en el techo de la casa y escucho la voz de don Abundio que me llama desde la ventana de la sala:
-¡Venga a ver, licenciado! ¡Están cayendo centavitos!
El agua que cae del cielo es la mejor agua. Es aún mejor que la que sale de la antigua noria o la que brota del manantial llamado La Cazuela. Con ella las ramas de los árboles se pintan de un verde que es más verde; y en la labor el trigo y la cebada parece que se ponen de puntillas para dar las gracias. Los animales cantan: la vaca muge, el caballo relincha, el asno profiere su rebuzno wagneriano. Esas voces de alegría son, a mis oídos, otra versión de la Sinfonía Pastoral.
Habrá cosecha este año. Habrá pan en las mesas.
Demos gracias a Dios, que se convierte en agua para la tierra. Démosle gracias, nosotros, que de su tierra y su agua estamos hechos.
¡Hasta mañana!....