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Neruda, ni muerto descansa…
La vida no es como la pintan. Al menos no para los poetas. Esos seres únicos de la creación los cuales atados al potro de las pasiones y sentimientos extremos, padecen un aguijón en el alma y en la carne, para decirlo bíblicamente. Es el caso de uno de los poetas más leídos y queridos por todo el mundo y no se diga en Latinoamérica, el chileno Pablo Neruda (Neftalí Reyes). Murió el 23 de septiembre de 1973, 10 días después del golpe militar en contra del Presidente legítimo, Salvador Allende.
A Neruda se le trataba de cáncer de próstata. Todo mundo pensábamos que había muerto por la enfermedad. Pero, en 2011, su chofer denunció que Pablo Neruda había sido asesinado en la clínica donde estaba siendo atendido. Al día de hoy, el poeta autor de “Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada” lleva cuatro funerales. Cuatro entierros. Es día que no descansa ni reside en la tierra. Los restos hoy están en el balneario de Isla Negra, donde tenía su famosa casa frente al mar. El cual es un centro de peregrinaje para turistas y amantes de su poesía por igual.
El poeta ha asistido a sus cuatro funerales. Broma macabra sin duda. El 23 de septiembre de 1973, cuando realmente murió. O fue asesinado, cosa que ahora se investiga. En esa fecha fue enterrado en el Cementerio General. Empezaba la dictadura y carnicería de Augusto Pinochet.
Luego, los dueños de la tumba le pidieron a su viuda, Matilde Urrutia, que sacara lo restos del poeta y los trasladara a otro lugar. Eso fue el 7 de mayo de 1974.
El cuerpo de Neruda fue cambiado a una tumba más sencilla dentro del mismo cementerio. En 1992, con pompa y te deum, en los albores de la democracia chilena, se le rindieron honores de estado y sus restos fueron trasladados a Isla Negra. Donde ahora (martes 26 de abril pasado) fueron de nuevo enterrados tras practicarle múltiples análisis a su cuerpo (huesos) con el fin de llegar a una conclusión: fue o no asesinado en la clínica Santa María, donde se le trataba del emperrado cáncer de próstata.
En información puntillosa publicada por el diario ibérico “El País”, este ha afirmado: “(El Juez Mario Carroza) explica que entre julio y agosto próximo deberían recibir los resultados de los estudios a encargados a laboratorios especializados en Dinamarca y Canadá. En mayo de 2015, los análisis hallaron el germen del estafilococo dorado en el cuerpo del poeta.
La bacteria, ajena a los tratamientos del cáncer, si se altera, puede ser altamente tóxica y acelerar la muerte de una persona”. Es decir, pudo ser envenenado en la clínica.
Esquina-bajan
Sus poemas son patrimonio de la humanidad, son de nosotros, los humanos.
Cuántos jóvenes no se han plagiado sus textos para enviarlos envueltos en cartas y listones rosas con un bouquet de flores frescas. Pues todos. Todo mundo nos hemos plagiado sus textos, los hemos memorizado y en las noches más altas se los hemos recitado a la amada en turno, mientras con el dedo índice recorremos las líneas de su rostro, la altura de su nariz y los pómulos como una sierra prometida. Ya luego vendrán las aclaraciones, pero por lo pronto, ya halagamos a la señorita en turno.
“Me gusta cuando callas, porque estás / como ausente y me oyes desde lejos / y mi voz no te toca…” La cita es de memoria. O aquel verso memorable: “Desnuda eres igual a una de tus manos…” Son de Pablo Neruda, pero los humanos los hemos hecho patrimonio de toda Latinoamérica. Estos versos aparecen siempre enmarcados en cuadros en plazas y avenidas, en calendarios, en afiches, en llaveros, en cuadernos, en agendas… Son de todos. Los versos escritos por Neruda ya son de todos. Tuvo ese genio y esa sensibilidad para, en su aparente cursilería romántica que todos le señalan, dejar jirones de vida y linfa, esa que nos bulle en las venas a todo mundo. Por ello su valía.
Lleva cuatro funerales y aún no sabemos de qué murió el Premio Nobel de Literatura, don Pablo Neruda. Así son los poetas, seres únicos, atormentados por la creación de la poesía, santos pecadores los cuales viven entre la delgada línea que separa a la tierra y el cielo. Su militancia política en este caso, fue un ángulo más de una vida entregada a eso que se llama sí, precisamente, vida.
Letras minúsculas
Una vida que no ha terminado ni en su muerte…