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Un cuento de fin de cursos
Cory dijo que iba a cantar en la fiesta de fin de año de su kinder. Cantaría una canción llamada “El sapito”.
-Mi abuelito dice que él la compuso -le contó Cory a su maestra. Y añadió:
-Lo que no sé es quién se la descompuso.
Fue elaborado el programa del festejo, y en las invitaciones apareció el nombre de Cory. Pero conforme se acercaba el día empezó a flaquear la voluntad de la pequeña. Era tímida, ya lo dije, y la idea de plantarse en un foro y cantar delante de la gente, aunque la acompañara su abuelito, la asustaba mucho. Un buen día le anunció a su profesora que había decidido no salir en la fiesta.
-Pero, Cory -se preocupó la maestra-. Ya están hecho el programa; ya está tu nombre en las invitaciones. Además cantas tan bonito que de seguro te vas a llevar la noche.
-Sí, pero no -respondió Cory.
Ese argumento, “Sí, pero no”, es aquileo. “Aquiles” llamaban los lógicos a un razonamiento tan poderoso que nadie podía contradecirlo.
La directora del kinder llamó a la mamá de Cory y le explicó el problema. Cory había dicho que iba a cantar en la fiesta de fin de cursos, y ahora salía con que dijo mi mamá que siempre no. La mamá no había dicho nada, de modo que habló con el papá. ¿Qué harían para que Cory cantara?
El papá recordó que Cory siempre había querido tener un perrito, pero nunca le habían dado permiso de tenerlo. Así, dijo a la niña:
-Cory: si cantas, te compraremos un perrito.
Con esa promesa se animó Cory nuevamente. Su abuelito iba todas las tardes y le ensayaba la canción. Cory cantaba muy bien, y mejor porque tenía la ilusión de su perrito. Las cosas volvieron a su sitio; papá y mamá se tranquilizaron, y se tranquilizaron también la directora y la maestra.
Pero ¡cuán engañosas son las cosas de esta vida! Ninguna seguridad tenemos; todo sufre mudanza; no hay en el mundo certidumbre. La noche de la fiesta, ya reunido el público en la sala, como quien dice a la hora de la hora, Cory le dijo a su profesora que no cantaba, no cantaba y no cantaba.
Otra vez la maestra, ahora angustiada:
-Pero, Cory, ya está toda la gente; ya están tus papás, y tu abuelito. Vas a cantar muy bien. Ya te he dicho que te vas a llevar la noche.
El abuelito de Cory estaba ya entre el público, esperando, con su guitarra ya afinada, que llegara el momento de subir a escena para acompañar a su nieta en la interpretación de la bella canción “El sapito”.
-Sí, pero no -reiteró Cory.
La maestra, suspiró, resignada a lo irremediable.
-Está bien, Cory. Entonces ve a avisarle a tu abuelito que no vas a cantar.
Y fue a avisarle Cory a su abuelito. Salió al foro, y en medio del silencio que hizo el público al verla aparecer en escena, gritó desde el proscenio:
-¡Abuelito! ¡Se chingó el perrito!
Bien dijo la maestra: Cory se llevó la noche.