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Esas ansias azules
Sólo hay algo más absurdo que celebrar las victorias deportivas de un equipo en el que no tenemos ninguna participación ni injerencia, además de nuestra afición simplona, y es el celebrar las victorias políticas de un partido en el que no tenemos ninguna participación ni injerencia, además de nuestra adhesión bobalicona.
Confieso que, tras la partida del domingo hace una semana, fue bello ver al PRI perder posiciones en este tablero de ajedrez político de 32 casillas llamado México pero, por más que el PAN se haya adjudicado un puñado de gubernaturas, no me parece que ello sea tampoco como para embriagarse de regocijo.
Acción Nacional no me representa a mí en lo absoluto, ni lo estimo un dechado de honradez y virtudes. Su única gracia es no ser el PRI.
Entiendo, aunque mucho aborrezco, el júbilo de la borregada albiazul, que ya anda publicando estupideces en las redes, como que en Coahuila tiene el triunfo asegurado en la sucesión gubernamental, con comentarios como que “ya nos toca pintarnos de azul”, sustentado ello en el hecho de que todas las entidades vecinas (excepto Texas) serán gobernadas por panuchos.
“¡Cuidado! ¡Mucho Cuidado!”, les diría yo a esos profetas de la derecha: En primer lugar, un triunfo, una victoria, no es algo que a nadie “le toque”.
Así tenga mil años participando en la misma competencia, si no es el “citius, altius, fortius”, simplemente no tiene derecho a llevarse el oro o, en el caso de las competencias electorales, el acta de mayoría.
Ni la siguiente, ni ninguna otra elección “le toca” a nadie, a ningún partido, candidato o proyecto. Aun si se trata de la mejor alternativa, hay que trabajar para adjudicarse el muy democrático sufragio.
En segundo término, me parece hasta lastimoso ver al panismo local sobándose sus manitas como mosca sobre boñiga, haciendo alegres cuentas, alborozándose desde hoy, con los ojos puestos en la Gubernatura coahuilense como si, en efecto, la jornada del domingo pasado (favorable para la alternancia, pero nada para como para perder la cabeza) fuera garantía de que el PAN está desde ahora predeterminado a vencer en las urnas coahuiltecas.
Aquel que piense que los atavismos, la testarudez, la parsimonia y la pusilanimidad de los coahuilenses no nos pueden dar todavía una muy amarga sorpresa, pobrecito, es digno de toda mi compasión, pero también de todo mi desdén.
Créame que abomino que el panismo se esté relamiendo ya los bigotes y considere a Coahuila como su próxima conquista, siendo que poco o nada ha sabido hacer con las posiciones que hasta ahora ha ocupado (no pudo evitar, ni advertir a tiempo siquiera, la catástrofe financiera del Estado ¿o sí?)
Y francamente, esa acechanza me resulta incómoda. ¿Pintar a Coahuila de azul? ¡Marcar territorios es lo que hacen los perritos!
Si quiero que el PRI desaparezca de Coahuila (de México, de la galaxia), no es para que otro partido se adjudique esa misma potestad omnímoda de la que goza el actual régimen oprobioso.
Sería, como dicen, mismo infierno con diferente chamuco.
La alternancia es apremiante, pero no será gratis; y es saludable, pero no justifica que se instaure un nuevo imperio, sino algo parecido a una democracia, a una República.
Serán irónicamente aquellos que ya andan pintando de azul a Coahuila quienes dificulten el posible (y muy deseable) cese de ese ininterrumpido priato que al cabo de casi un siglo ya desmadró todo lo que por aquí era desmadrable.
Comentamos ya en una reflexión previa que la alternancia sólo se puede medio blindar (nada la garantiza) con el esfuerzo unificado de todas las oposiciones: las derechistas, las izquierdosas, las moderadas, las independientes. Materializar la expulsión del Revolucionario del Palacio Rosa es una cuestión prioritaria pero a la vez tan delicada, que fiarse de fórmulas perdedoras (como es el panismo coahuilense por sí solo) es hacer lo mismo que Santa Anna en La Angostura: tener ya al enemigo con una pata en el pescuezo para dejarlo ir vivo a reorganizarse y que nos venga luego a partir nuestra madre e incontables cachos.
Deben ser por desgracia los menos quienes desean rescatar lo que de Coahuila queda, la mayoría sólo anda buscando un proyecto en el cuál acomodarse.
Y será obvio a más no poder: si hay unidad entre los posibles contendientes opositores será porque hay afanes cívicos e intereses democráticos; si no, significará que entre esas “alternativas” priva la mezquindad de siempre, la misma que caracteriza al régimen que ya nos gobierna (oprime) de antemano.
Por último, para todos aquellos panistas que aun se congratulan por la jornada de hace ocho días, y afirman que fue el hartazgo de la gente lo que hizo que el electorado saliera a votar por su partido, les recuerdo que en todo caso estarían celebrando lo maleta de su adversario, no así lo eficaz de su divisa.
O, puesto en términos deportivos, equivale a aplaudirle a nuestro equipo porque ganó 1-0, con un autogol del rival.
¿Hay algo más pazguato que eso?
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