Celebración de Borges

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Celebración de Borges

Jorge Luis Borges cumple 30 años de muerto. Desapareció el hombre que transformó la literatura española. 

Su cuerpo no está pero sus obras siguen tan novedosas o más que cuando vivía. Dígase lo que se diga es uno de los más grandes de nuestra lengua en todos los tiempos, junto a Cervantes, Quevedo y algún otro. Los literatos hispanos fueron tan mediocres que le dieron un lugar en las letras hispánicas hasta que lo obtuvo en Francia con las traducciones de Roger Caillois y en Italia con las de Italo Calvino. Cuando invitaron a Borges a impartir seis conferencias en la Universidad de Yale, ante un auditorio deslumbrado por su erudición, dijo que agradecía que lo leyeran en Estados Unidos, “porque en mi país soy el hombre invisible; nadie me conoce”. 

Bromeó diciendo que de uno de sus libros se habían vendido 37 ejemplares, festejando que hubiera 37 personas interesadas en leerlo. Ahora es considerado un clásico de la literatura mundial junto a Thomas Mann, James Joyce, Franz Kafka y otros pocos. Recibió más de 30 doctorados honoris causa, incluyendo Jerusalén, París, Berlín, Columbia, Cuyo, Santiago, Reikiavik, Harvard, Comahue, Lima, México y demás.

Borges fue un ser muy tímido; difícilmente hablaba en público. Las circunstancias lo obligaron a dar su primera conferencia. La necesidad de ganar algún dinero, luego de que los militares argentinos lo expulsaron de varios empleos, lo llevó a enfrentar el micrófono. Con el tiempo llegó a gozar el conversar sobre temas diversos. 

Además de sus escritos y poemas existe toda una obra que se ha denominado “Borges oral”, consistente en la transcripción de sus charlas, clases, entrevistas y conversaciones. Algunas de éstas han llegado a ser consideradas obras maestras, es decir, la lengua hablada hecha texto fijo. Sus conferencias en Massachusetts, dictadas de memoria, puesto que era ciego, son un ejemplo de la inteligencia soberbia de Borges. 

Habló a especialistas sobre el esplendor de la poesía inglesa…, Pero de los siglos 8 y 10, es decir, cuando se estaba estableciendo como literatura.

La timidez de Borges fue producto de sus relaciones humanas: un padre dominante; una madre que no lo dejó ni a sol ni a sombra durante 70 años, hasta que ella murió de 99; una abuela que le recitaba de memoria largos textos de la Biblia en inglés en traducción del rey Jaime, por lo que el niño empezó a leer primero inglés que español, en las rodillas de la abuela. Borges nunca pudo hacerse de una novia, amante o esposa con cierta independencia, pues la madre las espantaba. 

Tuvo amigas con las que creció intelectualmente; ellas lo impulsaron a publicar y lo corrigieron y criticaron como debe hacerlo un amigo. Al morir su madre la sustituyó María Kodama, hoy su viuda, heredera (¡qué casualidad!) de todos los derechos de autor. A ese viejo ciego lo condujo a un pueblecito de 100 habitantes en el Paraguay para casarse con él y hacerse propietaria de sus escritos; María Esther Vázquez, la mejor amiga que Borges tuvo, lo cuenta.

Todas las comparaciones son odiosas, reza el refrán. Sí, es cierto, pero son inevitables. 

Sabemos que Borges tuvo sus diferencias con Pablo Neruda. A éste se le consideraba el más grande, pero Borges se burlaba de su amor por Stalin, por la dictadura y por el dinero. Hace poco más de un año se publicó un libro en el que 15 grandes escritoras mencionaban sus lecturas predilectas, qué releían y de quién se sentían influenciadas. Borges estuvo en el primer lugar. ¿Y Neruda?, ninguna lo mencionó. Aclaro que a mí me emocionan los poemas y prosas de Neruda, pero prefiero, de lejos, los de Borges.

Si no conoce a Borges empiece con dos pequeños textos: “Borges y yo” y “El otro”. También el “Poema de los dones”, que escribió cuando lo nombraron director de la Biblioteca Nacional de Argentina y ya estaba ciego: “Nadie rebaje a lágrima o reproche esta declaración de la maestría de Dios, que con magnífica ironía me dio a la vez los libros y la noche. De esta ciudad de libros hizo dueños a unos ojos sin luz.”

Fue un innovador de la literatura a nivel mundial. Era muy cáustico. Se preguntó: “¿quién es el mar, quién soy yo? Lo sabré el día ulterior que sucede a la agonía”. Borges ya no supo quién era; nosotros sí.