Amar a Saltillo/ III

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Amar a Saltillo/ III

Para continuar con nuestro subjetivo recuento de los sitios que para una servidora determinaron historia en nuestra ciudad, agrego a esta enumeración dos más: la presencia estadounidense durante la Guerra México-Estados Unidos, en 1846-1848, y la del Benemérito de la Patria, Benito Juárez.
 
Encabezaron esta lista, la Fundación de Saltillo y la de San Esteban de la Nueva Tlaxcala. De ambas, señalaba lo que para mí consideraría debería preservarse de mejor manera: la Plaza de Armas, así como la plaza que lleva el recuerdo del arribo de los tlaxcaltecas que auxiliaron en la fundación de la capital del Estado.
Añadiendo un poco más acerca del hecho histórico que determinó el asentamiento europeo, sería deseable convertir en un verdadero lugar de interés el Ojo de
Agua de Saltillo. Reducida atención ha recibido este punto geográfico y si no fuera por la iglesia que lleva el mismo nombre y sus feligreses, estaríamos hablando de un abandono dramático. De ahí partía el acueducto con el que se dotaba de agua a la ciudad, trayéndola hasta una fuente en el centro de la Plaza de Armas.
Para recordar este hecho se construyó el tramo de un acueducto. El área luce sumamente descuidada.
 
Hacia allá, hacia el sur, se dirigen nuestros pasos al que sería el siguiente punto a considerar. La Plaza México, conocida popularmente como “El Mirador”, en donde los norteamericanos que llegaron durante la guerra de mediados del siglo 19 construyeron un fortín.
 
De vista privilegiada para los saltillenses, “El Mirador” es uno de los lugares que considero han de recibir mucha mayor atención que la que tiene ahora. Por un lado, seguridad, pues es una zona que sufre, dicen los vecinos, problemas de esa índole, haciéndose evidente la necesidad de pintura, repellado, arreglo de jardines. 
 
La presencia de los soldados estadounidenses hace recordar el valor y el arrojo de los soldados mexicanos en los días de la batalla que se libró en La Angostura. Mantener el sitio en condiciones, es, al igual que ocurre en los terrenos de la propia Angostura, un recuerdo permanente de todos aquellos que vertieron su sangre en nuestra tierra, un homenaje a la memoria de sus vidas.
 
Menos de 20 años después el entonces Presidente de la República, Benito Juárez, arribaría a nuestra ciudad capital. Huía de la Ciudad de México perseguido por los imperialistas y encontró en nuestra tierra su refugio. Ello no ocurrió en Monterrey, con Santiago Vidaurri gobernando lo que fue una anexión injusta: el Estado de Nuevo León y Coahuila.
 
En Saltillo, don Benito residió en la austera casa de la calle que hoy lleva su nombre, frente a uno de los costados de la Catedral. En los arcos de la Plaza Independencia, uno de sus más cercanos colaboradores, Francisco Zarco, había declarado la necesidad de que Coahuila recobrara su soberanía. Don Benito decreta la separación en el año de 1864. Y hasta aquí sucintamente los hechos, para detenernos ahora a pensar en estos emblemáticos lugares. ¿Cuál es el cuidado que reciben?  ¿En qué condiciones se encuentra la casa que habitó Juárez y el espacio de los arcos donde se demandó la desanexión de Nuevo León?
 
Una pinta en la esquina de la calle Bravo y Juárez delata el poco interés por la casa. Y unos arcos en cuyos pasillos nos encontramos pisos en estado de suciedad y descuido, manifiestan desidia. Particularmente, considero que ambos casos debieran mostrarse como mejor protegidos por un ente que poco se le ve actuar: la figura del Centro Histórico.
 
Ojalá que nos hallemos en condiciones de conservar dignamente aquellos sitios donde ocurrieron cosas importantes en nuestra ciudad, no por los sitios en sí mismos, sino por el valor de quienes en ellos supieron hacer en un momento dado, valer sus derechos y los derechos de quienes serían las generaciones siguientes.
 
Abuso en las redes
No sé hasta dónde llegará la falta de pudor, de delicadeza, de solidaridad por el dolor ajeno, de los usuarios de las redes sociales, pero recientemente lo sentí muy claro a propósito del fallecimiento del actor saltillense Rubén Aguirre. Cuando me enteré de la noticia, sentí una gran pena, pues constituyó una de mis entrañables figuras  en la infancia. Pero mi sorpresa fue muy alta cuando, con base en frases y a su actuación en el programa con el cual se hizo famoso, los usuarios de las redes se refirieron a él de manera no solo superficial, sino muchas veces burlona y ofensiva. Un uso inadecuado del Internet está volviendo a la gente insensible al dolor y muy escasamente solidaria. 
 
Yo diría, inhumanos. Olvidan el verso de Antonio Machado: “Un golpe de ataúd en tierra es algo perfectamente serio”.