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Hablemos de Dios 24
Perdón por decirlo una vez más en este generoso espacio, pero, ¡cuánta falta le hace al mundo el viejo sabio de don Antonio Usabiaga Guevara! En serio y creo no haberme excedido en mi penosa exclamación. Si mi maestro, el teólogo Usabiaga Guevara viviera, estaría desternillado de risa con todos los dramas que pasan a nuestro alrededor. Tanto a católicos (“catolicones”, nos decía con sorna e ironía) como cristianos y claro, los satanizados musulmanes, todos no damos una, la verdad.
A mitad de año en que sigo acometiendo esta empresa de hablar de Dios sabatinamente, vuelvo a recordar mi estandarte de batalla: sigo respetando cualquier creencia religiosa profesada por cualquier ser humano, así sea la consagración de su vida a las piedras, a las plantas o al delirio de soñar santos o monstruos que produce la razón, el alcohol, la flagelación o el ayuno prolongado. De hecho, soy tan plural y tolerante, que respeto a los seres humanos que creen en el fuego eterno del infierno.
Lo anoto, porque como todo mundo sabe, hay gente que ni siquiera lo toma en cuenta. Entramos en materia. Fue el caso del mismísimo Padre de la Patria, el cura Miguel Hidalgo y Costilla quien a juicio de sus malquerientes, justo antes de empezar la revuelta de 1810 (el caudillo tenía 57 años), era un “revoltoso”, “jugador de profesión y como tal disipado”. Y claro, negaba la existencia del infierno. Una amiga cercana escuchó que Hidalgo espetaba lo siguiente a una de sus feligresas: “No creas eso Manuelita. Que éstas son soflamas.”
Cuenta Enrique Krauze que éste padre de nuestra infausta patria, se burlaba incluso de Santa Teresa, a la cual no bajaba de “ilusa, porque como se azotaba, ayunaba mucho y no dormía, veía visiones”. Bueno, para ser francos, esta y no otra cosa fue lo que pasó con dicha monja asceta. Pronto le voy a presentar aquí su estampa completa en un díptico. La estoy leyendo concienzudamente, a ella y su pluma, de manera hermenéutica y claro, todo aquello que la rodeaba en su época. ¿La Santa veía visiones? Este escritor luego de un día de parranda y con una buena desvelada tiene para ver monstruos y visiones, nada angélicos por cierto. El ayuno es peor.
¿Quién fue el cura, el padre católico Miguel Hidalgo y Costilla realmente? ¿Creía en Dios, creía en el demonio? ¿Temía al fuego eterno de la condenación? ¿Tuvo novia? Era casi un hereje a decir de los testimonios de la época. Entre los muchos cargos que se le hicieron –tragicómicos la mayoría de ellos– figuraban los siguientes…
Esquina-bajan
Negaba el infierno, se burlaba, lo vimos arriba, de Santa Teresa, predicaba un “libertinaje intelectual” (la Biblia se debía “estudiar con libertad de entendimiento para discurrir lo que nos parezca sin temor a la Inquisición”), y, en el extremo festivo o trágico, según se vea, sostenía que “la fornicación no es pecado.” Caramba, a reserva de mejorar el porcentaje, le doy la razón un ciento por ciento. El sexo nunca será pecado. Es una comunión, común unión entre una pareja con su creador: Dios.
Hidalgo tradujo a Racine y a Moliére (su obra favorita era el “Tartufo”), leía a la Fontaine e interpretaba a Rameau en el violín; apasionado de la historia y de las artes y ciencias, leía con pasión un “Diccionario de Ciencias y Artes” que contenía un artículo sobre artillería y fabricación de cañones; en fin, el resultado de todo esto es la historia que usted y yo conocemos de este cura libre y belicoso el cual pues sí, es nuestro Padre libertador.
Luego de algunas escaramuzas de combate que usted conoce vía la historia nacional y donde las huestes del cura fueron victoriosas, éste instaló su cuartel general en Guadalajara, aquí publicó decretos de reivindicación social y agraria. Hidalgo, cuentan los historiadores, se hacía tratar como un soberano: prodigaba empleos, vivía rodeado de guardias, andaba del brazo de una joven hermosa y había consentido que se le diese el título de “Alteza Serenísima.” Asistía a banquetes, bailes, ceremonias, representaciones teatrales, desfiles, funciones de gala en los que recibía el homenaje de políticos, militares y eclesiásticos…
Letras minúsculas
¿Creía en Dios? ¿Era hombre de Dios? Sí, era libre y por ello fue lo que fue: literalmente, “El Padre de la Patria”.
¿Quién fue el cura, el padre católico Miguel Hidalgo y Costilla realmente? ¿Creía en Dios, creía en el demonio? ¿Temía al fuego eterno?