Sin Ali, se acabaron los héroes

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Sin Ali, se acabaron los héroes

El más grande. Uno de los peleadores que modificó el eje de la tierra en el Siglo 20 no sólo en Estados Unidos, sino en el mundo entero, se unió a la eternidad. Medallista olímpico el cual terminó como personaje literario, su vida y sus combates tuvieron suficiente excitación, drama y magnetismo, que del cuadrilátero saltó a los libros de historia. 

Es Muhammad Ali. Sin él o mejor escrito, con él, se fue uno de los últimos grandes mitos y héroes de la humanidad.

El día que Cassius Clay (su nombre de “esclavo”, el cual cambiaría por el de Muhammad Ali, al convertirse en hermano musulmán) derribó a Sonny Liston el 25 de mayo de 1965 por el cinturón de Boxeo de Peso Completo, yo tenía a lo sumo dos meses de haber nacido (1 de marzo de 1965). 

Mi padre escuchó el combate aquella vez —luego me lo contaría en repetidas ocasiones con su narrativa olorosa a tabaco y lavanda fresca—, se pegó todo el día al antediluviano aparato de radio de bulbos (un armatoste grande, pesado, como tanque de guerra, el cual aún hoy sobrevive en la casa de mi hermana la mayor), hasta que llegó la hora del combate. Con su alma prendida al hilo de voz de los comentaristas, no lo podía  creer: un muchacho salido de lo que ahora ya pocos conocen como boxeo “amateur”, aguantó round tras round, seis para ser exactos, recibiendo una andanada de golpes, todo un rosario de puñetazos, para luego y entero y su oponente, Sonny Liston, ya agotado y desfondado, recibir en el sexto round una tunda por parte del joven Clay que lo mandó a la lona ante la incredulidad de los presentes en la arena, los comentaristas y claro, la cara de espanto de mi padre. 

Liston no regresó del infierno. Un fotógrafo de la AP inmortalizó el evento con una instantánea que hoy, es patrimonio de la humanidad. Clay, de pie, gritándole y hostigando a Sonny a continuar la pelea. 

Sí, es la misma fotografía que en sus inicios electorales en su oficina en Chicago, tenía el ahora Presidente de USA, Barack Obama. Foto enmarcada y con la cual se retrató en su momento. Hoy, ese peleador ha muerto, Muhammad Ali (1942-2016). 

Sin él, ya los héroes son pocos. Tan pocos, que seguimos idolatrando a cadáveres exquisitos como Maradona (ese argentino que metía goles con la mano y luego pedía sumas fabulosas para igualar la hazaña en la cual afirmaba, no era su mano, sino la de Dios) o el gran Pelé, pero no depositamos un gramo de liderazgo ni confianza en los botines millonarios de Messi y menos en un tipo inflado al hartazgo; un maniquí, no un deportista, el hígado de Cristiano Ronaldo. 

Esquina-bajan

Ya no hay héroes. Con Muhammad Ali se va uno de los más grandes. Cuando era niño, lo vi pelear en la televisión y claro, seguía sus combates por la radio. Mi padre prefería la radio a la televisión blanco y negro, la cual era como un ropero motorizado en la sala de mi casa. Yo prefería la radio porque mi padre prefería la radio. 

Recuerdo los combates épicos entre Ali y dos hombres cincelados a martillo y esmeril sobre ébano, George Foreman y Joe Frazier. Estos enfrentamientos sobre un ring causaban tanta excitación, celos, angustia y obsesión, que escritores de la talla de Tom Wolfe, Norman Mailer, Gay Talese, Hunter S. Thompson y Joyce Carol Oates, escribieron páginas memorables sobre estas peleas y sobre todo, sobre el personaje que era y fue Muhammad Alí. 

Contaba el mexicano, el inolvidable “Púas” Olivares, que antes de llegar a la pelea de campeonato mundial, éste había peleado mínimo 60 combates como “amateur” y luego, igual tanda como profesional y sólo entonces logró una oportunidad por el título. Eran otros tiempos. 

Hoy, un muchacho fofo como el “Canelo” Álvarez, a la cuarta pelea es “ídolo” nacional porque así lo decretan las televisoras en México y a la décima pelea ya es candidato al título mundial. Claro, en medio, escándalos sexuales con novias de la farándula que se alimentan de agua y alpiste. Espectáculo, no deporte.
 
Ya no hay héroes. Con Muhammad Ali se fue uno de los más grandes. Cuando se enfrentó con Foreman para arrebatarle el título Pesado (lo ganó en tres ocasiones si mi memoria no me falla), contrató un sparring para recibir golpes todo el tiempo. Sí, sólo para eso. Recibir candela pura. Experimentaba cuánto podía aguantar para luego surtir de puñetazos a Foreman. Así lo hizo. Así ganó el segundo match. El primero, lo había perdido.
 
Norman Mailer dejó una pieza perfecta de periodismo al respecto, “El combate”. Caray, eran otros tiempos, otros hombres y otros escritores. 
 
Letras minúsculas

“Yo no divido al mundo entre hombres modestos y arrogantes. Divido al mundo entre los hombres que mienten y los que dicen la verdad”. Este y no otro era Muhammad Ali, el más grande.