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Amar a Saltillo/ IV
Cada cual construye una personal y a ratos muy fascinante relación con su ciudad natal. De esa fascinación que en lo particular han ejercido sobre mí sus rincones, sus espacios abiertos, sus plazas, sus calles, se derivó esta serie de colaboraciones de Amar a Saltillo. En ellas he intentado ofrecer lo que desde mi perspectiva siento son los momentos fundacionales y determinantes de su historia y qué sitios de la ciudad guardan de la mejor manera su recuerdo. Así, fue la fundación de Saltillo, la llegada de los tlaxcaltecas, la intervención norteamericana durante la Guerra México-Estados Unidos y la presencia de Benito Juárez, quien desanexó nuestro estado del de Nuevo León desde esta tierra coahuilense.
Al recuento de esa lista faltaría agregar, entre el arribo de los tlaxcaltecas y la intervención norteamericana, un hecho que algunos cuestionan su importancia para la ciudad, pero que para mí resulta de trascendencia. Se trata de la estancia de Miguel Hidalgo y Costilla a su paso hacia el Norte, donde, ya despojado del mando de los insurgentes, iban en busca de pertrechos y armas para continuar la guerra. Resultó fatal el desenlace de ese viaje, pero en Saltillo, sin saberse aún que Hidalgo ya no llevaba la dirección, recibió un ofrecimiento de indulto por parte del Virrey para abandonar la lucha. Desde nuestra ciudad, la categórica respuesta: “El indulto es para los criminales, no para los defensores de la Patria”.
En la calle que hoy lleva su nombre fue donde se presume se hospedó Hidalgo. En la esquina de esa calle y Aldama existe una placa en una funeraria. Por mucho tiempo se especuló que la casa a la que llegó estaba enfrente, del lado poniente de la antes llamada Calle Real. Lo que considero podría dar mayor lucimiento y por tanto recuerdo a ese lugar es justamente con esa placa. Darle brillantez, pues es ella la que recuerda el hecho. Metros adelante, en el Centro Cultural Vito Alessio Robles, ahora en reparación, la pintora Elena Huerta inmortalizó el ofrecimiento de indulto con una escena donde se muestra al cura Hidalgo en actitud de reto con el documento virreinal en la mano.
También está por supuesto una hermosa representación suya en la Alameda Zaragoza, dignísimo monumento y conservado bien en medio de una glorieta. La Columna de la Independencia en este mismo arbolado espacio es honrosísimo monumento asimismo dedicado a Hidalgo por las asociaciones de artesanos, carpinteros, zapateros, de principios de Siglo 20, para conmemorar la Independencia de México.
Y por último, en esta decíamos subjetiva lista, se encuentra un medio de transporte que hizo a Saltillo consolidar su vocación de ciudad de paso obligado y comercial. El arribo, en 1883, del ferrocarril. Fue el ferrocarril el que transformó poderosamente el perfil de los saltillenses en un momento en que México entero se unía a través de un monstruo metálico que nuestros bisabuelos en su vida habrían imaginado.
El historiador Javier Villarreal Lozano recoge en su libro “Los ojos ajenos/Viajeros en Saltillo”, lo que el doctor norteamericano H.L. Bibb pronosticaba en 1882 sobre la llegada del tren: “Algunos dicen que la venida del ferrocarril (…) hará a esta ciudad el centro de ventajosos negocios en intereses de minería, comercio, agricultura y ganado”. El tren arribó a Saltillo en septiembre de 1883 y otro viajero consignado por el historiador apunta que “la novedad del tren, que a pocos días comenzó a correr, hace que tanto aquí (Monterrey) como en las demás estaciones, se presenten las familias vestidas de limpio y compuestas a la orilla del camino a ver pasar la silbante máquina y los wagones”.
La fascinación por la máquina de vapor. Sería deseable que los espacios que ahora nos recuerdan el arribo del tren sean puntos turísticos atractivos para los visitantes. Por un lado, la antigua estación que se encuentra sobre Francisco Coss y por otra la que tanto tiempo fue el centro de tantos ires y venires de los saltillenses a los puntos con los que estaba conectado el Ferrocarril Nacional Mexicano.
Un viejo vagón se encuentra actualmente en el Archivo Municipal de Saltillo. Acondicionarlo para su visita al recinto, creo pudiera hacernos recordar aquellos momentos que vivieron nuestros antepasados absortos por aquel monstruo en movimiento, cuando el medio de transporte más grande que habían visto antes era una carreta.
Saltillo, la ciudad de la salud y las flores. Así lo calificó una viajera de nombre Belinda. Con la imagen de las bellas flores que por esta temporada podemos disfrutar ampliamente en nuestra ciudad iniciamos esta serie de Amar a Saltillo. En unos pocos días, al arribo del mes en que celebramos su aniversario, conmemorarla recordando los hechos que nos han definido y honrando sus plazas, sus calles y sus edificios, es como honrarnos a nosotros mismos.