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Mirador 02/07/16
En el Potrero llovió ayer toda la tarde. Eso hizo que se prolongara la sobremesa después de la comida. Usualmente don Abundio tiene a su cargo el relato de las historias del Potrero. Sin embargo esta vez fue doña Rosa, su mujer, la que contó una anécdota.
Recordó a don Nabor, el marido de doña Matilde. Era hombre malo: vivía borracho, no trabajaba nunca, maltrataba a sus hijos y a su esposa. Murió en una de sus borracheras (“Mala hierba siempre muere” –acotó don Abundio), y su familia lo veló toda la noche en su casa, con los vecinos del rancho, que gustan de los velorios casi tanto como de las bodas.
Serían las 11 de la mañana del siguiente día cuando una hija de doña Matilde le informó, asustada:
—Mamá: toqué a papá, y su cuerpo está caliente.
Repuso doña Matilde, terminante:
—Frío o caliente, yo lo voy a enterrar a la una de la tarde.
Y lo enterró, nunca se supo si caliente o frío.
—Así te voy a enterrar yo a ti –concluye su relato doña Rosa dirigiéndose a don Abundio—. Frío o caliente.
Todos hacemos como si no hubiéramos oído.
Hasta mañana