Mirador 16/07/16

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Mirador 16/07/16

Los niños que juegan en el jardín de la escuela de San Maclovio, en Rouen, encuentran con mucha frecuencia unas pequeñas piedrecillas blancas. No son piedras: son dientes de hombres y mujeres que vivieron hace siglos. El lugar donde hoy está la escuela fue en otro tiempo un cementerio.

Juegan los escolapios, gritan y corren sobre las desaparecidas tumbas de sus antepasados. El polvo que ellos son ahora fue alguna vez la sangre que corre hoy por las venas de esos niños. La muerte y la vida se confunden. Quizá muerte y vida son una misma cosa.

La muerte es vida que fue; la vida es muerte que será.

Y si en la vida llevamos ya la muerte, ¿no llevaremos también en nuestra muerte el germen de una vida nueva?

En Rouen los niños juegan sobre los muertos.

Quizá los muertos juegan en ellos –otra vez– el infinito juego de la vida.

¡Hasta mañana!...