El calvario del transporte

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El calvario del transporte

Como aquel viejo verso de Jaime Sabines, a mi edad de viejo que tengo, me sigo asumiendo como “poeta y peatón”. Sigo practicando la escritura de versos y poemas, aunque tengo años, lustros sin publicar nada. Pronto lo haré. Lo de peatón es mi condición de vida sobre la tierra. Amén que en honor a la verdad, es el  único deporte que practico: la caminata. Pero cuando el tiempo aprieta, se me ve cotidianamente trepado en esos transportes colectivos emparentados con el caos, tanto combis como autobuses urbanos. Literal y verdaderamente como les decía “Don Víboro” en estas páginas en años pasados, “ataúdes rodantes”.

Administraciones priístas van y vienen, y nadie puede ordenar ni mucho menos meter en cintura a los concesionarios y a sus choferes de rutas urbanas. Con Jericó Abramo Masso se implementó un sistema troncal con ramificaciones con poca utilidad práctica al final de cuentas. Se implementó también el pago electrónico con tarjeta. Un fracaso. La idea era y es buena. Es lo de hoy en el mundo; sí, pero el problema es que en Saltillo y Coahuila nunca va a funcionar por un motivo: estamos jodidos. Somos puro jodido, puro peladaje que no ganamos suficiente para programar nuestros gastos. Y no planificamos los gastos porque ganamos una miseria. Vivimos al día. Vaya, ni siquiera en la vecina ciudad de Monterrey y su zona metropolitana, más pujante que Saltillo, han logrado lo anterior.

En Monterrey, con poco más de dos lustros con el uso de la tarjeta FERIA para pagar el transporte colectivo, al día de hoy, todavía el 70% de los usuarios (cerca de 700 mil diarios) pagan en efectivo. Es decir, se vive al día. Apenas el 30% usan la tarjeta de prepago. Si no tenemos para comer un triste huevo en la noche, menos para pagar por adelantado una semana o una quincena de transporte colectivo. Según estudios serios realizados no aquí, sino en Monterrey y otras ciudades con esta misma problemática, pagar el transporte equivale a alrededor del 30% de los ingresos de los trabajadores. Ésta es la realidad. Lo demás es basura. 

Pero, lo advierto, con Jericó Abramo Masso en la Alcaldía de Saltillo había orden. Limpieza. Se tenía al menos sujetados en un puño a los operadores del transporte. Hoy, con el creso de Chilote López Villarreal al frente de la ciudad, todo es una burla, una chacota, un desmadre bien hecho. ¿Pruebas? Sí. Como Chilote nunca se sube ni sabe del transporte urbano que debería de ordenar y gobernar, le pasa de noche, como todo lo que sucede en su  Ayuntamiento que tiene un sello: la chabacanería y el despilfarro.

Esquina-bajan
Todo viene a  cuento porque en días pasados en un espléndido reportaje de Édgar Moncada (VANGUARDIA, 11 de julio de 2016), advierte de que a más de un año de la firma de compromisos por parte del alcalde Chilote López, su Cabildo y los concesionarios, para mejorar sustancialmente la estructura del transporte urbano saltillense, nada ha sucedido. Es decir, la orden del Alcalde es letra muerta. Nadie le hace caso. En la primera sesión ordinaria del mes de julio de 2015 (acuerdo 130/13/15) aprobado por la mayoría en el Cabildo, se establecieron una seria de compromisos los cuales, al día de hoy, se han cumplido a medias o, de plano, nadie les ha hecho caso. 

Y nadie hace caso, porque la autoridad encargada de hacerlo valer, Chilote, ni le importa ni le interesa. Éste se transporta en su camioneta blindada. Pero usted lo va a ver trepado en el Ramos o en la 13A si acaso va a la urna para competir por la gubernatura; entonces sí lo verá cargando niños mocosos y famélicos, y hablando de que él es ciudadano como todos. Él es uno más de nosotros, él es un trabajador, él es un hombre honrado, él es hombre de palabra… bla bla bla.

Le voy a enumerar rápidamente los vicios y yerros del transporte urbano. Cobran tarifa alta y con el aumento que no han derogado cuando, en su momento, se autorizó la subida a la tarifa si mejoraban el servicio. Nadie cumple porque Chilote es el hazmerreir del pueblo. Los choferes no llevan uniforme ni corbata. Se visten como Dios les da a entender. Sin aseo personal. Las unidades no son limpias ni higiénicas. Una vez más esa figura popular se ha hecho presente, traen “chicharrones” en sus unidades. Decenas de ellas y con camuflaje, traen sonidos y bocinas con ritmos ensordecedores de música no apta para finos oídos. Las unidades están en mal estado…

Letras minúsculas
Éste es el mundo real que no, Chilote López Villarreal no conoce por que nunca se ha trasladado en una combi…