Festival de la Paella

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Festival de la Paella

El manjar se acabó apenas en minutos cuando se dio el banderazo

Fue mi primera vez. Nunca había ido al Festival de la Paella el cual y en su reciente edición, al parecer fue la Octava, se acaba de realizar con gran éxito en Saltillo. Por diversos motivos y cosas de eso que se llama vida, no había  coincidido mi estancia en la ciudad con la realización de dicho festival gastronómico. Caray, he quedado gratamente sorprendido. Aquello es un  éxito. Un éxito en todos los sentidos.

El evento se desarrolló en la Hacienda El Mimbre y es un mar de gente en su mejor hora. Todo mundo disfruta a placer la paella de su preferencia de los más de 60 expositores que se dieron cita en esta ocasión, para ofrecer lo mejor de su sazón a los comensales que al comprar boleto, colaboran con su altruismo y desprendimiento con las instituciones convocantes. Ríos de gente con platillos en mano o bien, disfrutando su cerveza refrescante, gaseosa o agua fría en mano. A la par de postres que fueron de regalo durante todo el evento. En honor a la verdad, sale sobrando quién gana. Se premian diferentes categorías, pero todas las paellas y equipos de cocineros que las preparan, son ganadores por participar y sobre todo, porque el público, lo observé, ya tiene identificada su paella favorita, por lo cual y apenas autorizan los organizadores que se pase a la degustación,  ciertas paellas aunque no ganan premio o copa alguna, se acaban apenas en minutos, por el gusto y paladar de los comensales que las hacen suyas.

La paella, todo mundo lo sabe, es un platillo de origen ibérico. Arroz, mariscos, carne, legumbres y azafrán son sus ingredientes primigenios a decir de los enterados. Pero, aquí empiezan los reparos, existen múltiples variaciones al momento de realizar una paella, tantas variaciones como regiones, zonas, e incluso, tantas variantes como familias hay en este México y Coahuila nuestro. Y definitivo, las variaciones dependen del gusto y los medios de los paelleros o paelleras en turno. Fue entonces el caso del equipo o stand con el cual asistí (como mirón, pues. No llegué ni siquiera a ese difícil puesto que se llama “ayudante”), el equipo de “Pa’esas”, comandado por el matemático y empresario Miguel Ángel Wheelock y su esposa Natalia, junto con su banda, Fernando Olivares, Manuel Vallarta, Rafael Peña y David de León con sus respectivas esposas y cómplices de andanzas.

Estos prepararon una paella negra (en tinta de calamar con garbanzo, arroz, pimientos, yerbas de olor y alcachofa), aderezada con camarones gigantes al ajillo y servida con pan de ajo en el momento. Un manjar. Se acabó apenas en minutos cuando se dio el banderazo de que los comensales que pagan su boleto, pueden pasar a la degustación. ¿Ya lo notó? La paella preparada por el empresario trotamundos fue poco ortodoxa, pero es una preferida del público. No voy a cometer la infidencia de nombrar cuál, pero una paella “ganadora” de un premio, al llegar la noche, aún estaba casi completa en su platón. Los Jueces siempre serán criticados. En fin.

En el otro extremo, Enrique Martínez Morales y su esposa Lilia junto con su equipo, prepararon una paella tropical de pronóstico reservado. Casi a un costado de su stand, “Súper Chema” José María Fraustro Siller y su familia, aderezaron como cada año, una paella de las favoritas. Más allá, uno de los mejores cocineros de la región, don Pedro Moeller, le ponía banderillas, punto y coma y acento a su paella de la cual alcancé uno de los últimos platillos. Aquí saludé a Segismundo Doguín y familia.  

El calor apretaba. ¿Qué pasa cuando el calor es infernal como lo ha hecho en este tórrido verano saltillense y usted deja un bombón en el sol, estimado lector? Sí, el bombón se derrite. Pues bien, saludé a varias damas, bombones ellas, las cuales no se derritieron y si engalanaron y salpicaron  aquello con su belleza y conocimiento. Fue el caso de doña Mayela González de Destenave y Paty Lomelí, del Instituto en Arte Gastronómico. Ya nombré a doña Lilia Hermes, a Natalia de Wheelock, a Edith Mendoza, y claro, las esposas de los paelleros a los cuales les quité tiempo y charla mientras ellos se afanaban en su milimétrica tarea. ¿Lo tengo que deletrear? Como decimos en Chiapas, terminé “bolo.” En cristiano, briago. Puf.