Mirador 01/08/16

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Mirador 01/08/16

Todo mundo admiraba a las águilas, y a las gallinas las despreciaban todos.

Ofendidas por esa discriminación las gallinas decidieron desaparecer. Un buen día el mundo amaneció sin gallinas. Se acabaron los deliciosos huevos del almuerzo y no hubo ya pollos para la comida. Seguía habiendo águilas, sí, pero ¿para qué servían las águilas? Nada más como emblema en escudos y banderas.

Pasaron los años. La gente hablaba de las gallinas con nostalgia. ¡Qué hermosas eran! Más nobles que las águilas, y más majestuosas. Los nobles empezaron a poner gallinas en su heráldica, y en lábaros y pendones se pintaban gallinas.

Las águilas andaban mohínas, pues ahora eran objeto de desdén. Se volvieron medrosas y apocadas. Cuando un hombre se acobardaba o sentía temor los otros le decían:

–No seas águila.

¡Hasta mañana!...