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Mirador 06/08/16
La Sierra Madre —la madre sierra— es nuestra defensa y nuestro amparo. En ella se deshacen todas las tempestades que en otros sitios causan muerte y destrucción. Recuerdo un travieso titular de diario: “El ciclón cedió en la Madre (Oriental)”.
La montaña hace que los turbiones se vuelvan lluvia en el Potrero. Con ella se acrecen los manantiales de la tierra. El arroyo, que siempre canta, ahora ruge con voces de torrente. Los asnos, filósofos humildes, sacuden el rabo bajo la lluvia como para alejarla, pero ella no hace caso y sigue tendiendo sus cortinas en el aire.
Yo oigo llover como quien oye llover, y el corazón y el alma se me alegran. Aquí la lluvia es otro nombre del pan. Esta agua de cielo la beberé a vuelta de año en las mieles de las ciruelas y duraznos, en la agridulce carne del perón.
Sierra Madre.
Madre lluvia.
Y nosotros, los hombres, agradecidos hijos.
¡Hasta mañana!...