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El lado positivo de la crisis
Pareciera que no hay buenas noticias para comentar. Nuestro país se encuentra en una turbulencia de notas negativas en torno a acciones o hechos lamentables. En el mejor de los casos, se presume la mediocridad: “Somos el mejor municipio de México” en tal o cual rubro de gobierno. Nadie se atreve a compararse con otras naciones o entidades del extranjero; es decir, con los mejores, con los más avanzados. El mexicano medio ha perdido toda esperanza en el actual gobierno. Estamos esperando la nueva mala noticia, el nuevo desatino, el nuevo tema con el cual inundar nuestros muros de Facebook.
¿Habrá algo bueno qué contar? Me lo pregunté mientras veía en la TV las marchas de este fin de semana y las críticas de quienes se oponen a ellas.
Quizá peco de optimista, pero veo un México que empieza a despertar. Visto con detenimiento, quienes están a uno y otro lado en este asunto, suman al 85 por ciento de los mexicanos que reprueban las recientes acciones del Gobierno de la República. El 15 por ciento restante no toma partido, se alinea con el gobierno o, en todo caso, los temas le tienen sin cuidado.
La mayoría representa al mexicano crítico, al ciudadano informado y crece conforme pasan las semanas, los meses y los años. Este mexicano, por diversas razones, ya no se conforma con el estado que guarda la Nación. Esos mexicanos están dando ejemplo a sus hijos, a las siguientes generaciones.
Concluyo que México no será más el país agachado que bailaba al son de las televisoras, de los grupos de poder, de la clase política o de las lideresas de colonia que todavía encarnan el priísmo más rancio y podrido. Naturalmente me refiero al promedio general y en éste caben muchas excepciones. Habrá estados atrasados y vanguardistas, ya sea en política, economía, desarrollo social o cultural.
El gran reto será sacar provecho de este fenómeno para bien de todos. No hay vuelta atrás. Aquel partido o político corrupto que crea poder seguir con sus usos y costumbres sin pagar las consecuencias está muy equivocado. Así pensaban Roberto Borge, César Duarte y Javier Duarte, de Quintana Roo, Chihuahua y Veracruz. Hoy son de los villanos más detestados del País. Otros siguen vivos, pero cuando veas las barbas de tu vecino…
Otra buena noticia: Cuando menos la mitad de los mexicanos han podido sobrevivir a una economía estancada y a un gobierno que no hace nada por incentivar el gasto, por dinamizar la economía. Es el México que trabaja día tras día. Su bienestar no depende del gobierno. No está angustiado porque su competencia hizo valer sobornos en lugar de calidad. Millones de mexicanos se saben autónomos, independientes y, como tales, con autoridad para exigir resultados. Ese México, por sí mismo, es un gran ejemplo para las generaciones futuras.
También está el México que se organiza para ayudar a nuestros compatriotas que más lo necesitan, en respuesta a políticas gubernamentales fracasadas. Las causas se han multiplicado, los temas se han profundizado. Lo único que estos mexicanos necesitan del Gobierno Federal, estatal o municipal es que no estorbe.
Nos falta multiplicar estas experiencias y vincularlas unas con otras, nos falta elegir gobiernos que entiendan la sentencia y los signos de los tiempos. El gobierno actual es el mejor ejemplo de qué no hacer para gobiernos venideros. Ni las televisoras podrán salvarlos.
Habrá temas que nos dividan, muchos y muy diversos. El reto para salvar esas divisiones consiste en entender que todos tenemos la misma dignidad humana y los mismos derechos; y que éstos terminan donde invaden los derechos de terceros. Las diferencias sólo pueden procesarse con voluntad democrática y diálogo.
Por consenso o por mayoría cuando el diálogo se agote. En todo caso, la dignidad humana de las minorías seguirá sujeta al mismo respeto y a semejantes límites.
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