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Contagio...
Las plagas, pestes, virus y bacterias tienen un lugar notable en la historia, y han tenido enormes efectos en el desarrollo de la civilización moderna. Numerosas referencias en el arte y la literatura dan testimonio de los horrores y la devastación de epidemias y pandemias del pasado. La plaga (que pudo ser tifus epidémico) de Atenas hace dos mil 500 años, terminó con la vida de 100 mil personas, dos terceras partes de una de las civilizaciones más florecientes de la historia.
El Imperio Romano venció a los persas, germanos, galos y otros poderosos enemigos. Pero su mayor derrota fue causada por la viruela, responsable de la muerte de hasta mil personas cada día, entre ellos el emperador Marco Aurelio.
Algunos investigadores han sugerido incluso que el colapso del Imperio Romano puede estar vinculado a la propagación de la peste por los soldados que regresaban a casa después de la batalla en el golfo Pérsico en 165 de la era moderna. Durante siglos, la peste representó un desastre para las personas que vivían en Asia, África y Europa, y debido a que la causa de la plaga fue desconocida, los brotes de peste contribuyeron al pánico masivo en ciudades y países donde aparecía.
Lo mismo sucedió 200 años después en el naciente Imperio Bizantino, cuando una simple fiebre tifoidea llamada “La Peste de Bizancio” ocasionó 10 mil muertes por día, con cadáveres que se acumulaban a montones por sus calles. La peste bubónica o “la muerte negra” se convirtió en la pandemia más mortífera de la historia de Europa: seis millones de muertos, uno de cada tres habitantes en la Europa Occidental.
Leopoldo I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, mandó erigir en Viena un monumento como agradecimiento a que la peste había cedido un poco y que tiene un letrero que reza: ¡La peste está vencida! Hace menos de 100 años, la gripe española llevó a la tumba a 40 millones de personas en todo el mundo.
Increíble resulta que estos millones de vidas pudieron haberse salvado con solo una simple inyección de amoxicilina.
De la prevención ni hablemos porque al parecer muchos hemos sido contagiados por el “virus de la imprudencia”, una terrible enfermedad para la cual aún los más prestigiados laboratorios médicos no han encontrado cura. Lo único que han logrado descifrar de este peligroso padecimiento es que se desarrolla y se transmite de manera propicia en ambientes saturados de altísima incapacidad.
Y para ejemplos los míos: cuando hace unos meses, mis dos hijas –Sofia Amaranta y Regina– se contagiaron de influenza tipo A. Y aunque apenas unos meses antes nos habían ofrecido vacunarnos, yo contagiado no de influenza sino de desidia y estupidez, la dejé de lado, muy pronto me di cuenta de lo incomprensible de este tipo de enfermedades y la rapidez con que se propagan. Un escenario en el que todos los días de contacto, personas se tocan entre sí lo que puede desencadenar una plaga intercontinental en muy poco tiempo.
Ahí es donde reside la importancia del anuncio de la vacuna contra el dengue aprobada hace unos días y que desarrolló una empresa francesa luego de 20 años de investigación y una inversión de casi 2 mil millones de dólares. El virus del dengue es una infección causada por un mosquito que hoy causa enfermedad y muertes a nada menos que 400 millones de personas que resultan infectadas anualmente.
El dengue es una de las enfermedades infecciosas de más rápido crecimiento, con un aumento de 30 veces en la incidencia en los últimos 50 años. Sus síntomas similares a la gripe causan aproximadamente 500 mil hospitalizaciones al año y cerca de 12 mil 500 muertes.
Estamos ante un hito de la historia, una victoria más de la ciencia en su lucha contra la más grande asesina de la historia. Una asesina que extrañamente es también nuestra aliada más importante, una que nos da y nos quita. La responsable de que plagas, pestes y bacterias como malaria, bronquitis, neumonía, influenza, gripe aviar, tuberculosis y un largo etcétera que hayan matado por milenios. Una máquina asesina perfeccionista, brillante, innovadora y creativa. Una asesina que se disfraza con gran belleza y esplendor pero que en su interior oculta su lado más mortífero: La naturaleza.
@marcosduranf