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¿Colombia le ha dado la espalda a la paz?
Con casi el 100 por ciento de los votos computados, anoche estaba claro –y los principales actores políticos lo habían reconocido así– que el pueblo colombiano había decidido mayoritariamente –así sea por un margen muy estrecho– decir “no” al acuerdo de paz alcanzado entre el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
El resultado del plebiscito ha tomado por sorpresa a muchos, pues después de la firma del acuerdo de paz, el lunes anterior, parecía sólo un asunto de trámite que hoy comenzaran a instrumentarse las acciones pactadas en el documento que parecía poner fin a más de medio siglo de guerra en el país sudamericano.
Por desgracia, un número mayoritario de colombianos parece creer que los términos en los cuales se pactó la paz y que contemplaban, además del proceso de desarme, la amnistía para la mayor parte de los delitos cometidos por la guerrilla, así como la reinserción social de sus miembros, incluida la posibilidad de participar políticamente en la vida democrática, no valen la pena o son excesivamente costosos.
Resulta muy difícil, por supuesto, decirle a alguien que perdió en ésta, o cualquier otra guerra, un padre, un hijo, un hermano, un pariente o un amigo, que la paz –incluso la pactada entre el Gobierno y la guerrilla colombiana– es preferible al sostenimiento de la beligerancia y la posibilidad de atestiguar más muertes.
Y resulta muy difícil, porque para quienes se encuentran en esa situación muy probablemente la firma de la paz –en las condiciones negociadas– implica toda la diferencia entre su legítimo reclamo de justicia y el hecho de que el crimen perpetrado en contra de su familia quede en la impunidad.
Sin embargo, también es necesario reflexionar en torno a la idea de que procesos como éste no implican necesariamente seleccionar la mejor entre las opciones existentes, sino apenas la menos mala. Y es que si el acuerdo de paz alcanzado puede considerarse insuficiente, insatisfactorio e incluso injusto, la alternativa no es mejor.
Para fortuna de todos –y en eso debemos incluirnos, porque ningún país está lo suficientemente lejos como para que su realidad sea irrelevante para nosotros– las primeras reacciones frente al resultado del plebiscito, tanto del lado del Gobierno, como del de la guerrilla, han sido de confirmación de su posición por la búsqueda de la paz.
Habrá que confiar en que, como lo ha manifestado el presidente Santos, a partir de hoy su Gobierno dedicará sus esfuerzos a identificar las rutas que le permitan a Colombia encaminarse hacia la restauración de la concordia entre sus ciudadanos.
Por lo pronto, es de esperarse que el triunfo del “no” en el plebiscito de ayer no se traduzca en el hecho de que la sociedad colombiana le ha dado la espalda a la paz, sino que sólo pretende un mejor camino para alcanzarla y alcanzarla pronto.