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Mirador 07/10/16
Miré la luna, y casi no era luna.
Era un medio paréntesis apenas; la mitad de una mitad de luna. Si se veía es porque el cielo, compadecido de su pequeñez, se hizo más negro para que se notara su tímida blancura.
Yo también sentí lástima de esa luna niña. Su luz ni siquiera alcanzaba a iluminarse a sí misma.
Me dio pena. Le dije:
–No te entristezcas, pobrecita. Al paso de los días serás más luna cada noche. Terminarás por llenarte de ti y por llenar el mundo. Pondrás en las muchachas anhelos inquietantes, y los hombres sentirán por tu causa el impulso de perpetuar la vida. En las honduras de la tierra las semillas se abrirán a tu llamado, y la hierba y los árboles saldrán al viento. Allá lejos el mar subirá a verte más de cerca. El sol, sin tus misterios, tendrá envidia de ti, y en un país sin nombre un poeta te mirará y dirá una metáfora lunar nunca antes dicha.
No sé si la lunita me escuchó. Pero alcé la mano al cielo y por el brazo me escurrió una agüita de luna que me llegó hasta el alma y me la pintó de blanco. Con esa claridad camino ahora, y ya no hay noche oscura para mí.
¡Hasta mañana!....