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Mirador 02/11/16
–Se nos va yendo el año, don Abundio.
–Somos nosotros los que nos vamos yendo, licenciado.
El viejo y yo estamos sentados a la orilla del camino, bajo el nogal grande. Por el camino pasan los niños que vuelven de la escuela. En dirección contraria van los hombres que llevan a los animales a beber en el estanque. Lejos se escucha música de radio.
La tarde tiene ya color de invierno. El último sol de la tarde escapa entre los nubarrones y se esconde tras la gran sierra que llaman de La Viga. Un cuervo en vuelo grazna, y su graznido parece reproche por una culpa que no sé si es mía o del mundo.
Salimos del huerto y encaminamos los pasos a la casa. La miro allá, a lo lejos, blancura en medio de la oscuridad que llega, y me parece ver a la mujer amada que me espera con ternura, su suavidad y su calor.
–Don Abundio: la casa es como la mujer.
–Sí, licenciado. Y la mujer es como la casa.
¡Hasta mañana!....