Entiendo que hay diferencia grande entre rezar y orar. Rezar, supongo, es repetir un rezo conocido, recitar un texto que se sabe ya. Así se dice “rezar un padrenuestro”, “rezar tres avemarías”, “rezar el rosario”... Orar, en cambio, es hablarle a Dios con las propias palabras. La oración es un diálogo del creyente con la divinidad.
Entiendo también que cuando rezamos -y también cuando oramos- es casi siempre para pedirle algo a Dios. Muy raras veces el rezo o la oración sirven para agradecerle al Padre lo que ya hemos recibido. Santa Bárbara es la santa patrona que protege contra el rayo. Un dicho antiguo señalaba que pasada la tempestad nadie se acuerda ya de Santa Bárbara.
Por eso me gusta la frase “acción de gracias”. Nos indica que la gratitud a Dios por los bienes que nos envía debe ser, más que palabras, una acción en bien de los demás. Si nuestra gratitud es sincera debe volverse acción, obra buena para quien la necesita.
Francisco Alday, sacerdote y poeta queretano (1908-1964), nos dejó en un hermoso poema sus reflexiones sobre la forma de elevar nuestra oración a Dios. He aquí ese breve texto. En él aprendemos que no hemos de pedir por nuestros méritos, sino por los de Aquél que todo lo dio; que todo se dio. En estas líneas percibimos, en toda su radiante claridad, el don maravilloso de la fe, que en estos días precios a la Navidad resplandece más:
Pídele muchas cosas, pídele cuanto quieras,
mas pídele de veras.
Pídele rosas rojas de martirios;
pídele flores blancas,
alegría de cumbres y barrancas;
pídele lirios
que no hilan sus nevadas corolas;
pídele florecillas de las que nacen solas,
sin sembrador, ni riego, ni semillas;
pídele primaveras, maravillas;
pídele lo que quieras:
Dios más querría darte de lo que tú pidieras.
Mas no alegues tu amor: alega el suyo.
Ni tu derecho: su derecho es tuyo.
Y nunca, nunca dudes: suplica sin cansarte,
y él sabrá si a la noche o a la mañana
y si a tu puerta viene, o a tu ventana,
con su divino amor a visitarte.
Pídele cuanto quieras:
las cosas cotidianas; las triviales y efímeras...
Mas no alegues tu amor. Alega el suyo.
¡Y pídele de veras!