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Mirador

El padre Soárez charlaba con el Cristo de su iglesia.

–Permíteme un momento, Señor –le dijo de pronto–. Tengo hambre. Con tu permiso iré a la cocina a comer algo.
El Señor lo reprendió:
–No digas : “Tengo hambre”. Ésas son palabras que no se deben decir a la ligera. Dices: “Tengo hambre”, cuando sabes que vas a comer. Deja que digan eso los que no comieron hoy ni saben si comerán mañana. Deja que lo diga el hombre que sufre todas las carencias o la mujer que por desnutrición no puede ni siquiera amamantar a su hijo; deja que lo digan los niños de vientre redondo por la continua falta de alimento. Ellos sí pueden decir: “Tengo hambre”. Tú puedes decir a lo más: “Tengo apetito”.
El padre Sóarez inclinó la cabeza, avergonzado Desde ese día en vez de decir: “Tengo hambre” dice: “Gracias, Señor, por darme el pan”.

¡Hasta mañana!...