Mirador 22/12/16

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Mirador 22/12/16

Los artistas son casi siempre gente buena. A veces, sin embargo, los hombres de religión los llevan a hacer cosas no muy buenas.

Los pintores, por ejemplo, fueron injustos con San José, santo tan venerable que es uno de los pocos cuyo nombre se antecede siempre con el título de señor.

Decimos: “Señor San José”. (También decimos: “Señora Santa Ana”; “Señor San Joaquín”; “Señor San Francisco”…).

A San José lo pintaban siempre como un anciano a cuyo lado la Virgen parecía su hija, o aun su nieta. Querían evitar toda sospecha de que tenía con ella trato de esposo. Y en los cuadros de la Natividad lo ponían siempre atrás, oculto en un rincón, como negando la idea de la paternidad humana frente al prodigio de la paternidad divina.

Estoy seguro de que San José jamás ha protestado por eso. Es el santo de la humildad. Por eso mereció estar en los altares, y por su aceptación del misterio.

También él dijo: “He aquí el esclavo del Señor”.        

En mi nacimiento yo pongo a San José al lado de la Virgen. Ojalá él, buen padre, esté a mi lado cuando llegue la hora de mi otro nacimiento.

         ¡Hasta mañana!...