Políticas de atención al cliente

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Políticas de atención al cliente

I.- Se les hizo fácil (obvio, están chavos).

En días recientes la identidad del Gobierno Estatal en redes sociales ostentó una imagen de perfil muy ad hoc con las pascuas decembrinas.

Algún genio, de los muchos que nos hacen el favor de prestar sus inestimables servicios en la función pública, estimó que sería una excelente idea retocar el Escudo de Armas del Estado Libre y Soberano de Coahuila de Zaragoza con elementos alusivos a la temporada.

El insigne historiador y hombre de letras, gloria intelectual de este terruño, don Vito Alessio Robles, debe haber dado unas cuantas vueltas rabiosas en su sepulcro luego de que a su solmene diseño le adosaron un pinito navideño en el fondo y propiamente, sobre el escudo, el gorro característico del viejo de las fiestas de fin de año, el cocacolero Santa Claus (si no lo vio, haga un esfuerzo por imaginarlo, porque al parecer ya lo retiraron, no por pudor, sino por el inminente fin de las celebraciones).

Quizás tendríamos que obviar lo chocarrero y el pésimo gusto del detallito para enfocarnos en lo ilegal del mismo. Sucede que el Escudo de Armas es al Estado, lo que los Símbolos Patrios (Himno, Escudo y Lábaro) a la Nación y existe un estricto código para su uso y portación.

Detallado en la Ley Sobre el Escudo del Estado de Coahuila y el Himno Coahuilense, se lee en su Capítulo Primero. Bases Generales. Artículo Sexto: Toda reproducción del Escudo del Estado de Coahuila deberá corresponder fielmente al modelo a que se refiere el artículo anterior de esta ley. Por tanto, no podrán añadirse ni suprimirse elementos contenidos en él o que rompan la estética y armonía que tradicionalmente ha guardado el emblema oficial.

Entonces, no es que uno esté de sin qué hacer, plañiendo por la mamarrachada que se aventaron (que también, porque el diseño charro nos provoca como urticaria). Estamos señalando una ilegalidad, pero sobre todo, la ausencia de señalamientos sobre esta. Es decir, resulta increíble que nadie se haya pronunciado en contra de este atentado contra el símbolo coahuilense y contra el mal gusto, habiendo tanto hombres y mujeres de Derecho en los tres Poderes de Gobierno. Pero no, ni un tímido extrañamiento por parte del Congreso, ni la más leve observación del Poder Judicial y mucho menos del interior del Gabinete del Ejecutivo. Será que no están acostumbrados a interpelar, o de plano ninguno tiene acceso a redes sociales.

Sin embargo, aun por encima de esta omisión, mi interés real era hacer notar que ésta aparentemente inocua contravención a las normas de uso de nuestros símbolos estatales quizás sea el golpe menos grave que el moreirato nos haya asestado, no obstante refleja la percepción que nuestro Gobierno tiene de sí mismo: Una marca, una corporación, una empresa que debe generarle dividendos a quienes participan de ella, pero principalmente a quienes ocupan las posiciones clave. Y como es una marca, pueden jugar con su identidad gráfica, porque no es el símbolo de algo sublime, ni la síntesis de todos los seres humanos, la geografía, la historia y la cultura de quienes conformamos lo que es Coahuila. Es un pinche logotipo y por supuesto que le podemos enjaretar el gorrito de Santa en diciembre y quizás un Cupido y unos corazones rojos en San Valentín, un Jack O’Lantern (calabaza jalogüinera) en octubre y hasta debieron ponerle algo alusivo a los XV de Rubí. Total, está visto que Coahuila no es algo para tomarse muy en serio y menos por quienes han detentado sus Poderes.

II.- Por supuesto que no espero respuesta para este texto, como no la he recibido en más de 15 años. Está más que visto que si algo evitan a toda costa nuestros Gobiernos es la interlocución.

Nunca contestan las reales inquietudes de la opinión pública. Si llegan a interactuar con “comunicadores” es siempre con periodistas a modo de medios de comunicación que les sirven de comparsas.

Como ahora, desde que el incremento al combustible automotriz se anticipaba como nuestra primera gran cruda del 2017, todos los coahuilenses reclamaban la presencia solidaria de su Gobernador, Rubén Moreira, que en tiempos de proselitismo solía armar multitudinaria alharaca por estos incrementos.

Claro que nadie espera que Moreira Valdez se apersone en una marcha para sumarse al reclamo popular en contra de su patrón, Enrique Peña Nieto. Si se “exige” un pronunciamiento de su parte es sólo para ponerlo en una situación comprometedora.

Pero, ya le digo, no existe retroalimentación. En la primera oportunidad declaran lo que mejor les acomode y menos les haga pasar bochornos. Así como el mismo Presidente que cantinfleó como ni el Mimo de México soñó, para advertirnos que de no haberse aplicado esta medida, nos pudo haber ido peor.

Tampoco prestaron muchos oídos en el Congreso Coahuilense, donde las puertas de este reciento público permanecían cerradas para quienes deseaban expresar su inconformidad y de paso, le exigían a don Jose María Flinstone Siller y compañía que dieran la cara a los ciudadanos, para variar, para otra cosa que no fuera pedir el voto.

Nadie, nadie absolutamente habla con el pueblo y ello deriva de la situación que traté de explicar líneas arriba: Que el ejercicio del Poder Público jamás es visto como un desinteresado servicio al bien común, sino como un negocio con una muy dudosa política de atención al cliente.

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