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El PRI en minoría

Tercera llamada y empezamos. Números más o menos, a estas alturas ya podemos ver cómo arrancan los partidos rumbo a las elecciones en Coahuila, en las que se elegirá a alcaldes, diputados locales y al futuro Gobernador. La elección correrá en medio de una profunda crisis política nacional, que puede prender la mecha de una crisis económica que afecte a la mitad de mexicanos que no viven en la pobreza; el otro 50 por ciento tiene décadas hundido en una crisis crónica.

Todo indica que, por primera vez en la historia del PRI en Coahuila, el otrora partido aplanadora ya pasó a ser minoría electoral. Por muchas razones, desde la nueva conformación del electorado, las generaciones jóvenes, el hartazgo por la corrupción, las nuevas tecnologías de la información, la marginalidad de los medios de comunicación que perdieron el monopolio; más o menos el 65 por ciento de los coahuilenses ya no quiere saber nada más del PRI.

Con todo, el PRI todavía puede ganar la elección de Gobernador y gozar de un respiro para reorganizarse. El 35 por ciento de los votos emitidos podría darle la victoria si la oposición se pulveriza. Las encuestas hablan de empate técnico entre el candidato del PAN, Guillermo Anaya, y el candidato del PRI, Miguel Ángel Riquelme.

¿Dónde queda el 30 por ciento restante? Dividido entre Armando Guadiana de Morena, Lenin Pérez de UDC y Javier Guerrero como independiente. Una minoría prácticamente inexistente se manifiesta indecisa.

Guadiana, Guerrero o Lenin podrían crecer y, en un acuerdo entre candidatos o mediante el voto útil, consolidar ese 30 por ciento ahora disperso. En ese caso, uno de ellos tendrá una posición competitiva frente al PAN y al PRI.

Si la oposición va dividida, naturalmente, las posibilidades del PRI mejoran. A eso apuesta Moreira. El PRI pone todas sus fichas a esa división, aunque eso no le garantiza el triunfo. Ejemplos de ello son las elecciones federales de 2000 y más recientemente el triunfo de Javier Corral en Chihuahua. Ambos ganaron con una tercera opción fuerte y sólida. Es un hecho comprobado que cuando los partidos no se ponen de acuerdo, el electorado ejerce su poder de veto mediante el voto útil.

El PAN es quien tiene más posibilidades de vencer al PRI, pero debe superar un doble reto que se antoja muy complicado. Primero, la unidad interna que ya se malogró, localmente por el berrinche de Luis Fernando Salazar y nacionalmente por los pleitos internos de cara al 2018.

En segundo término, el candidato del PAN a la gubernatura debe jugar sus fichas para revertir la pulverización del voto opositor, para ello no puede escatimar recursos, aliados y apoyos de cara al proceso electoral. Podrá recuperar y superar la división si pacta inteligentemente con quien tenga que pactar, dentro y fuera del PAN: primero que nada con organizaciones, líderes de opinión y ciudadanos en general, así como con Lenin Pérez, Javier Guerrero y Armando Guadiana, que son líderes con apoyo importante.

Todo indica que Humberto Moreira estará en la boleta. El PRI se jugará el todo por el todo. Veremos una batalla épica de enormes proporciones. Son muchos y grandes los intereses en juego. Mientras llega el resultado, podemos festejar el declive del PRI y reconocer la labor democrática de muchos. El PRI ha dejado de ser el partido que monopoliza todo en el Estado. Es de lamentar que el gran ausente sigue ausente: la Agenda. Todos quieren llegar, pero nadie dice qué hará, cómo y para qué. Es así como la demagogia da vida a la corrupción.

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