Mirador 02/02/17

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Mirador 02/02/17

Este amigo mío tiene ideas extrañas acerca del demonio.

Por principio de cuentas dice que los demonios son más interesantes que los ángeles. Eso explica por qué en las pastorelas de la Navidad los niños quieren ser el diablo, y no el arcángel.

—En la Edad Media —comenta— al demonio se le representaba en la forma de un macho cabrío. Desde entonces decirle a alguien “cabrón” es llamarlo demonio.

 Mi amigo me hace notar que el diablito de la lotería –su figura aparece en rojo y amarillo, los colores de las llamas- tiene una pata de chivo y la otra de gallo.

Ambos animales, señala, son ejemplificación de la lujuria, por su constante ímpetu genésico. Los clérigos han relacionado siempre al demonio con el pecado de la carne. Y sin embargo, afirma, el gallo y el macho cabrío representan la continuación de la vida, y la vida es manifestación de lo divino. Entonces, concluye, al demonio no se le debe pintar con patas de animal, sino con pies de hombre. El hombre sí es verdaderamente demoníaco.

Este amigo mío se pierde en sus disquisiciones. Y yo me pierdo también junto con él. Debe ser cosa del demonio.

         ¡Hasta mañana!...