Mirador 04/01/17

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Mirador 04/01/17

Te recuerdo como eras, Terry, amado perro mío. Poseías la distinción de tus ancestros, cuando en las cortes europeas se consideraba lujo tener un cocker spaniel.

Jamás te rebajaste a perseguir un gato. Eso habría sido indigno de tu condición. Una vez, sin embargo, hiciste algo que aún no sé cómo explicarme.

Caminábamos en el huerto de nogales y vimos unas palomas de ala blanca que comían de las nueces pisadas por los animales. Otra cosa vimos: el gato de la casa estaba agazapado entre la hierba. Seguramente iba a saltar sobre la paloma que tenía más cerca.

Entonces tú corriste hacia las palomas, que emprendieron el vuelo, asustadas. El gato se quedó relamiéndose los bigotes, como en las fábulas. Cuando pasaste junto a él te dirigió una mirada rencorosa. Tú le correspondiste con otra de desdén.

¿Espantaste a las palomas, Terry, para salvarlas de la muerte o para hacerle una trastada al gato? No lo sé. Si fue por lo primero, alabaré tu buena obra. Si por lo segundo fue, te guiñaré un ojo en seña de complicidad. Lo mismo habrías hecho tú conmigo.

¡Hasta mañana!...