El lenguaje de la arquitectura

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El lenguaje de la arquitectura

¡Cuántas voces se esfumaron en el viento y en el tiempo; voces que aquí se oyeron! Una ciudad tiene alma y espíritu. Tiene un rostro que muestra su alma y su espíritu. En un reciente programa de televisión transmitido por TV UNAM, donde la arquitectura de la capital de Aguascalientes era el eje central del guion, señalaban el anterior aserto, y trajo a la mente de la autora de estas líneas el sinnúmero de viejos edificios que perduran en nuestra ciudad y que mucho nos dicen de ella: su alma y el rostro que refleja su alma, siguiendo las palabras del programa antes mencionado.

En nuestra ciudad son aún numerosas las construcciones que han sobrevivido al paso de los años. Muchas las hay de principios de siglo, y algo destacable de ese periodo lo apuntaba en una reciente conferencia el historiador Lucas Martínez Sánchez: “Uno ve sobre el enrejado de los arcos de las puertas la fecha en que fueron construidas las casas, y sorprende encontrar la inscripción de los años que queda justo en medio del movimiento revolucionario, o muy poco después de éste. Caemos en la cuenta de que incluso en medio del conflicto, los habitantes de nuestras ciudades seguían con sus vidas, sus rutinas, y la muestra de ello quedó consignada para el futuro en los arcos que señalan el año en que construyeron sus hogares”.

Y sí, resulta interesante hacer un recorrido por el Centro Histórico de Saltillo y encontrarse con tales fechas que nos ofrecen ese año en particular en que uno y otros residentes de la población levantaron animosamente sus edificaciones.

Por desgracia, existen muchas construcciones en el Centro que sostienen únicamente la fachada, y a veces estas mismas constituyen un riesgo para los transeúntes.

No resulta sencillo el remozamiento de estas residencias, pues algunas de ellas viven procesos legales no definidos, pero sería un logro de las administraciones trabajar en conjunto para hacer un inventario de lo existente en las mejores condiciones y que pudieran, eventualmente, ser objeto de arreglo. Ello, con el fin de buscar conservar en mejores condiciones lo que quede de bueno y sea posible dar un mejor rostro del centro de la ciudad.

El Centro Histórico además requiere de una permanente limpieza en áreas que son transitadas de manera continua y que son las que ofrecen lo más histórico del cuadro. Entre ellas, insistimos, en el emplazamiento de los arcos de la Plaza de Armas, y en las esculturas en la Alameda, donde suciedad o pintas se han vuelto la norma.

A la hora de pasar frente a la estatua de Miguel Hidalgo y Costilla, en el arbolado paseo, se escuchó la voz de una niña preguntando a su madre: “¿Y por qué está todo rayado en la parte de abajo? ¿Puedo subir a pintar algo yo también?”, frente a la base de la escultura del Hidalgo. También, como ya lo comentamos aquí hace unas semanas, el obelisco dedicado a los Niños Héroes, en el centro de la Alameda. Tampoco la estatua que da nombre al parque, Ignacio Zaragoza, se ha librado del vandalismo, sin que haya nadie que se ocupe de reparar los daños.

Nuestras casas, las construcciones que forman la esencia de nuestra ciudad, requieren de un cuidado más delicado. Ellas son las que ofrecen el rostro de la ciudad, y el Centro Histórico en particular ofrece una atmósfera sumamente interesante a la que se requiere dar lustre a través de la limpieza y un remozamiento constante.

Ojalá y ése fuese uno de los obsequios dados a la ciudad, que en los próximos meses cumplirá 440 años. Prepararnos para ofrecer un mejor rostro, más limpio, más nítido en su celebración cuatricentenaria.

Saltillo lo merece