Cuando el arte cambió para siempre

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Cuando el arte cambió para siempre

Lo que comenzó como un experimento y una muestra de rebeldía, terminó sentando las bases de todo el arte contemporáneo. Cuando Marcel Duchamp decidió colocar su icónico urinario en una exhibición de arte y éste fue aceptado por el público, todo cambió

Nada sucede de la noche a la mañana, aunque en los libros de historia así lo parezca. Los cambios son graduales, aunque en retrospectiva se antojen repentinos. Cuando al artista francés Marcel Duchamp se le pidió que removiera su pieza “Desnudo descendiendo una escalera”, en 1912, del Salon des Indépendents, debido a la incomodidad que el tema y la ejecución provocaban en los organizadores. La pintura también fue rechazada por los cubistas por ser muy “futurista”. De esto nació la idea de poner a prueba la sensibilidad de un jurado. Ya en Nueva York, en 1917, compró a la compañía Mott Works uno de sus urinales, lo firmó con el seudónimo R. Mutt y añadió el año de “manufactura”. La pieza fue presentada en la Sociedad de Artistas Independientes y de nuevo despertó las ansias de censura de los organizadores.

Sin embargo, en este punto, Duchamp ya no se dejaría amedrentar por la represión. Encontró su “Fuente” y fue fotografiada en un escondido almacén de la galería donde había sido guardada después de la inauguración. De este original, dichas fotos es lo único que se conserva, pues la pieza se perdió. En la actualidad sólo existen 17 réplicas encargadas por el artista para la preservación de la obra.

La intención detrás de este urinal hecho arte no se reduce a un mero acto de rebeldía. Su autor perteneció a los grupos del dadá que por las mismas fechas publicaron su manifiesto de la pluma de Tristán Tzará y que deseaban separarse del arte de la academia, una élite considerada por ellos como burguesa y anticuada.

Este cisma venía dándose desde los impresionistas, que ya estaban deseosos de dejar atrás los mismos temas, explorar nuevos horizontes y crear algo que pudiera ser llamado arte como nunca antes se había hecho. Aunque no fue el único ni el primero, Duchamp si logró con su “Fuente” marcar una considerable distancia de los estándares estéticos y conceptuales hasta entonces considerados ley en el mundo del arte.

El arte ya había dejado de ser bello hacía mucho tiempo, estaba dejando de ser figurativo y de buscar la representación fiel de la realidad en esos momentos y él se adelantó al tiempo, separándolo de la manufactura artística tradicional y concentrando todo el peso en el significado, en el concepto. A partir de este momento, la idea, apoyada en la forma, se convirtió en la pieza de arte.

Yoko Ono (izq) y Gabriel Orozco han continuado la línea que empezó Duchamp.

Y de ahí en adelante todo se desenvolvió, con naturalidad para algunos, caóticamente para otros. El arte cambió y nuevas formas se dieron paso. Los artistas desarrollaron nuevos conceptos, nuevas formas y aproximaciones. Innovaron, crearon y destrozaron.

Por ejemplo, Jeff Koons es sólo la mente creativa, sus piezas son hechas por un equipo de artesanos contratados, él sólo supervisa. Sus gigantescas esculturas son producto de su mente y de las manos de alguien más. Él no es un Miguel Ángel o un Da Vinci, quienes hacían realidad sus ideas por su propio esfuerzo, él se aleja de estas prácticas.

Gabriel Orozco expuso en el ‘93, en Venecia, su ‘Caja de Zapatos Vacía’.

Damien Hirst presenta animales en formol en Londres, París y Nueva York. Tenemos a Yoko Ono con sus performances, piezas de arte que involucran al público, son más escénicas y, especialmente, efímeras. Una vez que ella sale de la galería, la obra deja de existir.

Nuestro coterraneo Gabriel Orozco presentó su aún polémica Caja de Zapatos Vacía en la Bienal de Venecia de 1993 y recientemente volvió a protagonizar los titulares de cultura con la inauguración de su Oxxo en de la galería Kurimanzutto, donde vende sus obras dentro de esta franquicia de las tiendas de conveniencia.

Obras de Maurizio Cattelan (NY, 2016) y Okon/Sierra (CDMX, 2016).

Incluso dos retretes han vuelto a ser objeto de la mirada pública. El primero de Maurizio Cattelan, completamente funcional, hecho enteramente de oro, que se exhibió en los baños del Museo Guggenheim de Nueva York en 2016. El otro, cuya base imitaba al Museo Soumaya de la Ciudad de México y fue exhibido en Zona Maco el año pasado, era el trabajo conjunto de Yoshua Okon y Santiago Sierra, quien por cierto, realizó y grabó en una ocasión un performance donde cerca de quince parejas, hombres y mujeres, hombres con hombres, blancos o de color tuvieron relaciones sexuales a cambio de una remuneración.

Para entender estas nuevas expresiones se requiere más que una simple mirada al objeto, si es que hay. Muchas necesitan del estudio y del conocimiento de los contextos donde fueron concebidas para poder ser, sino apreciadas, al menos entendidas. Todo esto porque los artistas se cansaron de copiar a los maestros, porque sentían la necesidad y la curiosidad por crear algo revolucionario. Y revolucionar hicieron. Duchamp, según la opinión de muchos, hace cien años, revolucionó el arte.