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Sexo casual o sagrado: No puede ser las dos cosas al tiempo
Los millennials están teniendo más “sexo casual” que cualquier otra generación anterior, según lo prueba un estudio reciente. El estudio anual Singles in America de Match.com comprobó que esta generación (los nacidos después de 1982 hasta aproximadamente el año 2000) tienen un 48 por ciento más de probabilidades que las generaciones anteriores de tener relaciones sexuales con alguien enseguida simplemente “para ver si hay una conexión”.
Como madre, esto me aterra. La mamá osa que hay en mí quiere hacer todo lo que sea necesario para que mis hijos se den cuenta de que el “sexo casual” no existe. Quiero que entiendan que el sexo puede cambiar una relación -que puede cambiarlos a ellos.
Al mismo tiempo, no quiero adoptar la retórica arcaica que lleva a los chicos a creer que el sexo antes del matrimonio es tan tabú que, con la sola tentación, están pecando. No quiero que el miedo y la vergüenza sean la razón por las que mis hijos se apartan del sexo prematrimonial.
Esa actitud de que sentirse tentado por el sexo es pecado puede generar graves sentimientos de desvalorización, además de la idea errónea de que si “resisten” serán recompensados con una vida sexual matrimonial que avergonzará todas las escapadas prematrimoniales de sus amigos.
Si le parece una exageración, no lo es. Durante los años de mis salidas románticas, conocí a más de un hombre que creía realmente que “reservándose” para el matrimonio se vería recompensado con una provisión de sexo alucinante durante su vida con una esposa insaciable.
Sólo puedo imaginar que eso lleva a alguna decepción pos-matrimonial grave, además de una mayor probabilidad de volcarse a la pornografía, la infidelidad y la depresión cuando la “gran recompensa” por la abstinencia se convierte en un sexo bastante prosaico con la esposa en el cual ocasionalmente llega a agitarse un poco y quitarse las medias.
Quiero que mis hijos sepan que sí, el sexo tiene la capacidad de producir vida y por ende es intrínsecamente sagrado, pero que cada encuentro sexual dentro del matrimonio no será una unión espiritualmente iluminadora. A veces, será divertido; a veces será raro. La mayoría de las veces, en el matrimonio, son simplemente dos personas que se aman y quieren hacerse mutuamente felices.
¿Qué debe hacer entonces un padre o una madre? ¿Cómo equilibramos la idea de que la intimidad sexual es sagrada (y que vale la pena esperarla) con la realidad del sexo?
Para mí, la discusión comienza con la idea de que el sexo es bueno. El sexo es parte de la vida. Debemos disfrutarlo. En la realidad, es sólo un acto biológico.
Pero cuando tratamos el sexo como algo más que simple biología puede volverse sagrado para nosotros.
Cuando controlamos nuestros deseos y valoramos nuestra elección relativa a cuándo y con quién compartimos la intimidad sexual, el acto propiamente dicho se vuelve más valioso. El sacrificio lo hace sagrado.
Me entristece que mi generación vea el sexo no como algo sagrado, sino como una suerte de proceso de “quitar la maleza”. Uno de los asesores en el estudio dijo que los millennials suelen pensar que “el sexo antes de la primera cita podría ser una entrevista sexual, en la que se proponen saber si quieren pasar tiempo con esa persona”.
Espero que mis hijos consideren el sexo como mucho más que un apretón de manos o una prueba de compatibilidad y que se den cuenta de que tienen el poder de hacer que el sexo sea casual o sagrado de acuerdo con la forma en que lo aborden. Espero que, más allá de lo que el mundo les diga, mis hijos vean la intimidad sexual como algo significativo porque ellos deciden en etapas tempranas que para ellos sí significa algo.