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Aprehensión florentina

La búsqueda de exgobernadores prófugos pinta para convertirse en una de las actividades más redituables de nuestro País"


Florencia es una ciudad hermosa en esta época del año…

¡Mentira! Es una ciudad bellísima en cualquier época de cualquier año.

Pese a que está perpetuamente asediada por el ininterrumpido embate del turismo y del consiguiente comercio parasitario, aun cinco siglos después, Florencia transpira Renacimiento.

Sería hasta un cliché de mal gusto decir que allí se detuvo el tiempo, pero en verdad, uno esperaría toparse con Leonardo al doblar cualquier esquina. “¡Selfie pal féis, don Leo!” (eso sí que sería algo para presumir).

En Florencia, obras capitales del periodo en cuestión, y por ende, pilares de la civilización occidental, se encuentran diseminadas por todos los espacios públicos, tales como el “Rapto de las Sabinas” o “Perseo con la Cabeza de Medusa”, así como las diferentes versiones de “El David Partiéndole su Madre al tal Goliat” (–¡Pero, Miguel Ángel, no podemos ponerle así! –¡Ok, ok! Déjenlo en “El Déivid”, pues).

Si un día tiene la suerte de visitar esta ciudad de la Toscana, le recomiendo que se instale en alguno de los cafetines circundantes a la Catedral de Santa María del Fiore, pida un espresso o un capuccino y disfrute la más reciente columna de la Nación Petatiux. La experiencia es… bueno, ¡qué le puedo yo decir!

Algo debe tener la capital del Renacimiento de atractivo adicional para los pillastres y genios malévolos, ya que allá fue a ocultarse el mismísimo doctor Lecter en la secuela fílmica y literaria, “Hannibal”. Mientras todo el FBI lo busca, el caníbal gourmet hace su refinada vida a pocos pasos del Palazzo Vecchio.

Esto en lo concerniente a los genios del mal; en relación a los hamponcetes de poca monta, ayer nos reportaron que ya encontraron a don Tomás Yarrington,  exgobernador de la hermana República de Mordor o, como se le conoce en el noreste mexicano, Tamaulipas.

Sólo por si ha vivido debajo de una piedra los últimos 10 años, le recuerdo que existe algo que yo he bautizado como The Hateful Eight, que no es sino un selecto club de exgobernadores a quienes autoridades (principalmente extranjeras) han vinculado con mafias y todo tipo de actividades del crimen organizado.

Estos ocho exgobernadores (uno del PAN y siete del PRI) comparten la característica de haber dejado a sus respectivas entidades hechas una desgracia financiera y, consecuentemente, social.

Ellos están en su mayoría prófugos de la justicia o exonerados. Sólo el pendejo del PAN se encuentra bajo arresto y se le sigue un proceso.

¿Quiere que repasemos las identidades de los integrantes de The Hateful Eight? Con gusto: son los dos Duartes, Javidú de Veracruz  (prófugo) y César de Chihuahua (ahora prófugo también), sin parentesco pero genéticamente igual de mañosos; Roberto Borge (alias “don Borges”), de Quintana Roo; Egidio Torre Cantú (sucesor de Yarrington); Jorge Herrera de Durango y Rodrigo Medina de Nuevo León; de Sonora, Guillermo Padrés (el menso del PAN); y el estandarte del Partido Joden, representando a Coahuila, nuestro bien amado profe Humberto Moreira.

La peor pesadilla de estos ocho hermosos ejemplares de ser humano es que les ocurra precisamente lo que le pasó a don Tomás Yarrington: que en el momento menos esperado les caiga Interpol, el FBI o cualquier otra de las muchas formas en que se mimetiza la mítica voladora y tengan que enfrentar las acusaciones que se les imputan ante alguna instancia de otro país, ya que la justicia mexicana es la que desiste de perseguirlos o sencillamente, cuando no le es posible absolverlos, les allana el camino para una graciosa y/o peliculesca huida.

El único que, al igual que Yarrington, ya calentó cemento en una cárcel europea es el representante coahuilense de The Hateful Eight, don Humberto Moreira. Claro que salió exonerado porque la autoridad en España lo encontró inocente de toda actividad ilícita o asociación delictuosa, pero nunca porque el brazo del Ejecutivo Federal mexicano haya intervenido con recursos públicos, representantes diplomáticos y toda su batería legal para ir a desentambar al exlíder del PRI. Eso nunca pasó.

Por si tenía usted datos conducentes a la captura de don Tomás, le informo que esos 15 millones que ofrecía la PGR de recompensa ya “peleichon”. Pero no se desanime, busque en internet cuáles otros de los ocho malditos pagan y cuánto. 

Porque la búsqueda de exgobernadores prófugos pinta para convertirse en una de las actividades más redituables de nuestro País, toda vez que se reproducen como si se apareasen entre ellos.

Ahí tiene a toda una generación entera de políticos (misma que el presidente Peña Nieto presumió alguna vez como el PRI rejuvenecido) cubierta de la inmundicia de la corrupción y con el hedor característico de la deshonra, no importa,  ya le digo,  cuál sea su actual situación: prófugo, detenido, indiciado, libre, exonerado o candidato por el Partido Joden de Coahuila.

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