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La operaron mal y no hicieron nada en 24 días
Tania Lizeth Valdez Soto de 26 años, murió luego de esperar días a que en el Hospital General de Torreón, le corrigieran una operación donde, accidentalmente, le bloquearon el conducto después de una operación de vesícula.
“Éramos muy unidas y el destino es cruel” dice Agustina Soto, madre de Tania, quien luego de año y medio todavía espera por justicia y castigo. “Todos nos equivocamos, pero no concibo tantos días sin que corrigieran el error”, lamenta desde la sala de su casa.
Tania se alivió de su segunda hija cuando le entró un dolor que la orilló a internarse en el Hospital General. “Es una inflamación por la acumulación de hormonas”, le aseguró una doctora.
Tania siguió con el dolor, hasta que optó por hacerse un eco con un particular. Allí resultó que requería una operación de la vesícula pero en el Hospital General la programaron para operarla hasta cinco meses después. Así, sin más, Tania tuvo que apechugar el dolor en lo que le daban cita para operarla.
La operaron el 14 de octubre de 2015 y cuando despertó, empezó a gritar de dolor. “Era un dolor exagerado”, recuerda su madre Agustina. Tania se apretaba el estómago, le dolía todo. Aguantó y aguantó.
Un día en la madrugada su mamá tuvo que ir al hospital porque Tania no aguantaba el dolor. Las enfermeras no hacían nada, decían que ya le habían dado el medicamento. “Háblenle al doctor que la operó”, pedía Agustina. Nunca le llamaron. “Esa paciente no es un animal, es mi hija”, les decía Agustina. Pedía que revisaran qué le habían cortado. “Mi hija ha aguantado dolores de parto y no llora”, les dijo la madre. “Es que esta paciente hace muchos ‘panchos’”, decían los encargados.
Le lograron controlar el dolor y se regresó a casa. Pero a los tres días empezó a cambiar su semblante a un tono amarillento. “Su mirada daba miedo”, relata Agustina. Así aguantó 10 días. Agustina reclamaba que no era normal. Tania mencionaba que sentía los ojos calientes, que se quemaba, que sentía calentura.
Tania era una muchacha trabajadora, madre de dos hijas. Vendía ropa, chorizo, preparaba mangonadas o hielitos para vender. Muy luchista. Se iba a separar del esposo y quería echarle ganas al trabajo, a sus hijas.
El 26 de octubre, 12 días después de la operación, los doctores del Hospital General le pidieron que se hiciera un CPRE (procedimiento para examinar las vías biliares y se realiza a través de un endoscopio) pero no tenían el equipo y a ella le costaba 30 mil pesos.
El doctor que la operó, Gerardo Serrano, se presentó. “¿Usted es quien hizo estas marranadas?”, le reclamó Agustina entregándole los resultados del estudio que indicaban una ligadura en el conducto. “Todavía que hace sus marranadas no se digna en venir a verla”, insistió.
Tania fue enviada al Hospital Universitario de Saltillo. Agustina tuvo que pagar los gastos de la ambulancia. En Saltillo le mostraron lo que hicieron a su hija: tenía obstruido el conducto, se lo habían ligado cuando la operación de la vesícula.
Tania salió de la anestesia y siguió con el dolor, con los gritos.
Regresaron al Hospital General de Torreón y no había médicos que la recibieran.
No hicieron nada
Por la mañana, Tania habló con su madre: “Véngase, véngase, si no viene me voy a matar del dolor”. Cuando Agustina llegó, su hija bufaba de dolor. Nadie la ayudaba.
El subdirector del Hospital, Francisco Rodríguez Dorado, le prometió que la operarían, que traerían al mejor doctor. -¿Por qué hasta ahora? –cuestionó Agustina.
Tania empezó a gritar que ya no veía, que ya no sentía las piernas. “Sólo pelaba los ojos, yo la agarraba y la besaba, le decía que iba a estar bien”, recuerda Agustina.
-¿No me voy a morir? –preguntaba con miedo, Tania.
-No, hija, tienes a tus hijas pequeñas. Trata de controlarte.
El subdirector del Hospital General miró a Agustina de frente y le dijo: “No le va a pasar nada a tu hija. Yo respondo, yo me comprometo”.
Después le avisaron a Agustina que su hija pasaría a terapia intensiva. “Le vamos a hacer un estudio del páncreas. Si no se compone se cancela su operación”. El estudio arrojó pancreatitis. “Queda cancelada la operación hasta controlarle el páncreas”, le dijo una doctora.
Tania sufrió un paro respiratorio y lograron controlarla. “Si hay un segundo paro, ya no vamos a poder hacer nada”.
Tania falleció el 7 de noviembre, 24 días después de la operación donde le obstruyeron el conducto. 24 días pasaron sin que nadie corrigiera la cirugía.
“El problema no es que se equivoquen, sino que no hicieran nada cuando supieron del error”, insiste Agustina.
La familia denunció ante el Ministerio Público y el médico legista dictaminó que había fallecido por un quiste pancreático, algo diferente al acta de defunción del hospital, un choque séptico. Aunque la necropsia fue informada a la familia 6 meses después. Nunca hicieron nada..
En febrero de 2016, Agustina pidió justicia al gobernador Rubén Moreira y éste se comprometió a ayudarla. Tampoco hizo nada.
Agustina pide un castigo y pide justicia por lo que considera fue una negligencia cometida contra su hija.