Mujeres anuladas

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Mujeres anuladas

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Este recorrido por la ciencia del siglo 20 revela grandes descubrimientos realizados por mujeres, cuyos méritos no fueron reconocidos en su momento

La discriminación de género, y la exclusión del campo científico,  hicieron a un lado los avances y las ideas revolucionarias de las mujeres cuyas historias se leen en este artículo. 

1
Cecilia Payne (1900–1979) / La tesis más brillante de la astronomía
Cecilia tuvo una carrera universitaria marcada por la discriminación de género en su Inglaterra natal. Allí estudió ciencias en la Universidad de Cambridge, pero no pudo licenciarse porque en ese entonces (1920)Cambridge no daba títulos universitarios a las mujeres (y no lo hizo hasta 1948). Cecilia Payne quería ser científica y para ello tuvo que emigrar en 1923 a Estados Unidos, donde se ofrecían becas a las mujeres interesadas en la astronomía. Su tesis doctoral, presentada en 1925, fue considerada “la más brillante que se había escrito en ese campo”. Lamentablemente incluía una teoría revolucionaria: la novata Cecilia Payne proponía que el Sol estaba compuesto en un 99% por hidrógeno. De hecho, su teoría fue anulada de la tesis al ser considerada “un atrevimiento inaceptable”. Años más tarde otro astrónomo llegó a la misma conclusión y se atribuyó el mérito del decubrimiento.
2
Lise Meitner (1878–1968) / Fisión nuclear en un vaso
La física austríaca Lise Meitner es el caso más evidente de un descubrimiento científico realizado por una mujer e ignorado por el comité de los Premios Nobel. Fue ella quien descubrió, en 1938, que se había producido la fisión nuclear en un experimento realizado por sus colegas en el laboratorio. Pero fue uno de ellos, Otto Hahn, quien recibió el Premio Nobel de Química en 1944 por el descubrimiento. Lise Meitner siempre reconoció el mérito del experimento de Hahn, pero fue ella quien realmente supo interpretarlo correctamente y darlo a conocer en un artículo publicado en la revista Nature, donde apareció por primera vez el término ‘fisión nuclear’, y donde Lise apuntó la posibilidad de producir una reacción en cadena. Aquello despertó el interés de los físicos de Estados Unidos, que intentaron reclutarla para el proyecto Manhattan que desarrolló la bomba atómica: “No quiero tener nada que ver con una bomba”, declaró.
3
Rosalind Franklin (1920 – 1958) / La doble hélice del ADN
Lo único que está claro en el caso de Rosalind Franklin es que no se le negó el Premio Nobel por discriminación de género. Ella murió en 1958, cuatro años antes de que la Academia Sueca premiara a su colega Maurice Wilkins y a sus rivales James Watson y Francis Crick, por el descubrimiento de la estructura molecular del ADN (la llamada doble hélice). Y el nobel no puede concederse a título póstumo. Cuando Rosalind murió, a los 37 años de edad, en su obituario no se mencionó nada del ADN. En gran parte porque fue después de su muerte que la estructura del ADN (que ella ayudó a descifrar en 1953) por fin se aceptó como completamente probada. Así que nunca sabremos si Rosalind Franklin hubiera compartido el Nobel de Medicina de 1962. Pero lo que es injusto es que ni Watson ni Crick ni Wilkins la mencionaron en sus discursos de aceptación del Premio Nobel.
4
Marthe Gautier (1925) / La causa del síndrome de Down
A los 90 años, Marthe Gautier sigue luchando porque se le reconozca como la descubridora de la causa del síndrome de Down, un trastorno genético derivado de que los afectados tienen un cromosoma más de los 46 que caracterizan el genoma humano. Pero el descubrimiento se lo apuntó Jérôme Lejeune, un pediatra de su equipo de trabajo en el Hospital Trousseau de París, que formaba parte del grupo que en 1959 logró fotografiar dicho cromosoma. Lejeune figura como primer autor en el artículo que difundió el descubrimiento, y Gautier aparece en segundo lugar. La científica francesa sostiene que fue ella quien propuso la existencia del cromosoma 47, pero no pudo encontrarlo porque su microscopio no era muy potente. Así que le pasó sus muestras a Lejeune, quien pudo ver el cromosoma extra y fotografiarlo en un laboratorio mejor equipado. La controversia sigue viva en los tribunales.
5
Jocelyn Bell (1943) / Los hombrecitos verdes
En 1967 la estudiante de doctorado norirlandesa Jocelyn Bell observaba las señales recibidas por el radiotelescopio de la Universidad de Cambridge, que había ayudado a construir. De pronto descubrió unas extrañas marcas, demasiado rápidas y demasiado regulares. Reconoció que allí había algo importante, aunque no supo lo que era. Ella y su director de tesis, Anthony Hewish, denominaron a aquellas señales LGM (siglas de Little Green Men, ‘hombrecitos verdes’), bromeando con la posibilidad de que fueran señales enviadas por extraterrestres. Más adelante se comprendió que aquellas extrañas señales eran emitidas por una estrella de neutrones. Los ahora llamados púlsares. El comité de los Nobel reconoció a Hewish por el descubrimiento de los púlsares e ignoró totalmente a Jocelyn Bell, lo que desató la reacción airada de eminentes científicos.
6
Henrietta Swan Leavitt (1868-1921) / El parpadeo de las Cefeidas
A comienzos del siglo XX, tras revisar miles de fotografías de las estrellas de dos galaxias enanas conocidas como Nubes de Magallanes, Henrietta encontró que un tipo de estrellas, llamadas Cefeidas, mostraban una estrecha relación entre luminosidad y parpadeo. Basado en elllo, en 1912 enunció la ‘Ley de Leavitt’, que abrió el camino para medir la distancia a la que se encuentran las galaxias, y que fue imprescindible para que en 1918 Edwin Hubble calculase el tamaño de la Vía Láctea. Leavitt trabajó en el Observatorio de Harvard hasta su muerte a los 53 años. Tal vez debido a su silenciosa carrera (era sorda), Leavitt no recibió reconocimiento en vida. Hoy se recuerda su enorme contribución a la astronomía con un cráter en la Luna que lleva su nombre y con el asteroide 5383 Leavitt.