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Adiós al PRI
En Coahuila, la derrota del PRI parece inminente. Después de 88 años de unipartidismo, desatinos, abuso y corrupción, nuestro estado acaricia, por fin, la posibilidad de entrar en una etapa de pluralidad democrática.
En casi nueve décadas de PRI ha habido gobiernos malos, no tan malos y peores. Para el Moreirato se precisa otra categoría, la de los gobiernos insufribles. Este régimen autoritario, vertical, demagógico y populista, secuestró, en pleno Siglo 21, a nuestra gente, tanto a sus élites, como a sus clases populares. Por momentos, tamaña seducción pareció embrujo.
Durante esta campaña electoral he visitado Piedras Negras, Acuña, Allende, Nueva Rosita, Saltillo y Torreón y presencié los dos debates oficiales organizados por el IEC en Saltillo y Torreón. Me considero un espectador activo y creo haber podido pulsar el ánimo social para concluir que la sociedad tiene un solo objetivo: poner fin al PRI y al Moreirato.
En ello radica el voto emocional e instintivo en este proceso electoral. No hay tiempo ni ganas para reflexionar, razonar o debatir. No importa quién gane, tampoco si es honesto o no, no importa cómo, lo que la gente quiere a como dé lugar, es que se vaya el PRI.
Una encuesta reciente que mide la percepción que se tiene de los gobernadores, ubica a Rubén Moreira como el peor de sus 32 colegas.
Únicamente el 10% de los coahuilenses ve algo positivo en su mandato (Encuesta SDP Gobernadores). Moreira aparece peor calificado que Peña Nieto y por debajo de personajes como Javier y César Duarte en los procesos electorales de Veracruz y Chihuahua.
Las amenazas y berrinches de Rubén ya no asustan ni a los propios militantes o simpatizantes del PRI, que a sus espaldas y a escondidas desean, como todos nosotros, ver la caída del tirano. Hace apenas unos años prevalecía el miedo. El “Big Brother” parecía tener orejas en todas partes.
La guerra y la intimidación psicológica era brutal. Hoy sucede todo lo contrario. Permea un sentimiento profundamente liberador.
Quisiera convencer a todos que el desplome del régimen es inminente, para dejar atrás tanto la rabia, como el placer de ver la caída del sistema. Si nos convenciéramos de que el PRI perderá estas elecciones, podríamos concentrarnos en una pregunta fundamental para los coahuilenses: ¿Qué tipo de cambio queremos para Coahuila?
Si algo demostró la alternancia mexicana es que la caída del PRI no basta para consolidar la democracia. Es indispensable que caiga el PRI para que arranque el proceso democratizador, ni más, ni menos, pero no es suficiente. Si elegimos mal, si no hacemos un diagnóstico apropiado desde la sociedad y para el Gobierno, que incluya propuestas, participación y seguimiento puntual de los compromisos e iniciativas de los ciudadanos, en un año vamos a estar arrepentidos. Poner en las manos equivocadas el proceso de transición a la democracia sería un error garrafal.
Cambios democráticos como el que está a punto de vivir Coahuila requieren mucho diálogo, mucha transparencia y mucha comunicación de calidad. Las expectativas que el cambio generará serán tan elevadas que ninguno de los candidatos las podrá satisfacer por sí mismo. El sistema y sus personeros harán hasta lo imposible por resistir. “No se trata de cambiar de amo, se trata de dejar de ser perro”, diría Carlos Castillo Peraza. Sólo siendo ciudadanos auténticamente libres, responsables y participativos, vamos a poder exigir al Gobernador electo, sea éste Guadiana, Guerrero o Anaya, el cambio tan prometido y anhelado. Un hombre solo no puede enderezar este barco.
Existe todo un catálogo de errores cometidos en numerosísimos procesos de transición democrática alrededor del mundo, no es necesario cometerlos de nuevo. De igual forma, existen muchos aciertos de los cuales aprender, no necesitamos inventar el hilo negro. El 5 de junio próximo viviremos el arranque, el cual se puede estancar o llegar a buen puerto, gane quien gane. Mientras tanto y hasta entonces debemos prepararnos para festejar el fin del PRI en Coahuila. Que así sea.
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