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Mirador 16/06/17
Iba la lechera con su cántaro al mercado.
En el camino pensaba que con el dinero que obtendría por la venta de la leche compraría huevos que le darían pollas; las vendería y compraría una vaca que le daría terneras; las vendería y se compraría una casa. Ya dueña de una casa no tendría problema para encontrar marido.
En eso tropezó. El cántaro se le habría quebrado, y sus sueños también, de no ser porque un hombre joven y apuesto acudió en su auxilio y la sostuvo en su brazos junto con el cántaro.
La lechera no necesitó comprar huevos, ni vaca, ni casa. El joven se enamoró de ella y la desposó. Ahora son felices, mientras el fabulista rumia su despecho.
Él habría preferido que el cántaro de la lechera se rompiera junto con sus sueños. Así son los moralistas.
¡Hasta mañana!...