Elevador, el vehículo que lo cambió todo

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Elevador, el vehículo que lo cambió todo

Fotos: Especial
Este artefacto de traslado vertical cambió para siempre la forma de las ciudades. No le prestamos mucha atención, pero ha sido más importante de lo que suponemos

Por: OMNIA

Comenzaremos la  lectura de hoy con un acertijo… 

Cierto día, durante su trayecto habitual al trabajo, una mujer decide que utilizará el servicio de transporte colectivo, en vez de su método de transporte habitual.

Antes de subir a bordo la mujer mira una aplicación en su teléfono celular, que le indica en qué latitud y longitud se encuentra.

Su recorrido es tranquilo y satisfactorio, a pesar de que el vehículo frena muchas veces.

Cuando la mujer se baja del vehículo,  vuelve a revisar su teléfono. Su latitud y longitud no han cambiado. ¿Cuál es la explicación?

Respuesta: Esta mujer trabaja en un rascacielos, y en vez de tomar las escaleras decidió usar el ascensor.

Ahora, dejemos el acertijo en su lugar y demos inicio a la lectura que nos ocupa.

Un pequeño milagro

Los ascensores le han cambiado la cara a las ciudades. Y también le han dado un status de riqueza a quienes habitan en ellos. Como queda claro por los altos alquileres o precios de compra que sus habitantes están dispuestos a pagar.

Antes, los pisos más altos de los edificios, que había que subir a pie, eran los más baratos, reservados solamente para la servidumbre, para los artistas pobres y para las solteronas, pero con el ascensor los pisos más altos pasaron a ser los más caros y exclusivos, ahora llamados lofts o penthouses.

Los ascensores son como utopías ecológicas: son vehículos con un bajo consumo de combustible y por lo tanto con un bajo uso de energía por persona.

Este pequeño milagro de la riqueza no sería posible sin el ascensor.

Y sin embargo solemos subestimarlo y le exigimos más que a otras formas de traslado.

Si solo tenemos que esperar un par de minutos para que llegue un autobús o un tren, nos sentimos con suerte, pero protestamos si tenemos que esperar a un ascensor por más de 20 segundos.

Little cities

No solemos pensar en los ascensores como servicios de transporte masivo, pero lo son, y transportan a cientos de millones de personas cada día (solo en China se instalan 700 mil ascensores cada año).

Considere este ejemplo: el edificio más alto del mundo, el Burj Khalifa, de Dubai, tiene más de 300 mil metros cuadrados de piso. Y la Sears Tower, en Chicago, tiene más de 400 mil metros de piso.

Imagine esos dos rascacielos construidos en unidades de un solo piso, con sus estacionamientos y calles aledañas…
Formarían un parque de casas y oficinas del tamaño de una pequeña ciudad.

El hecho de que tantas personas puedan trabajar juntas en edificios construidos sobre espacios compactos fue posible gracias a los ascensores.

Elevador del amor

Los ascensores han existido desde hace mucho tiempo.

Se dice que Arquímedes construyó uno en la antigua Grecia.

Y existen evidencias de que en 1743, Luis XV, rey de Francia, mandó instalar un ascensor en el Palacio de Versalles para visitar a su amante en secreto (o para que ella lo visitara a él).

El ‘ascensor del amor’, de Luis XV, funcionaba gracias a un par de hombres que tenían que estar siempre atentos para tirar de una cuerda cuando se requería de sus servicios.

Otros ascensores construidos en Hungría, China y Egipto funcionaban usando tracción animal.

Pero la energía del vapor los llevó aún más lejos: Matthew Boulton y James Watt, los gigantes de la Revolución Industrial en Reino Unido, produjeron motores a vapor que hacían funcionar enormes elevadores industriales que permitían sacar al exterior el carbón de las minas. Y aunque esos elevadores funcionaban muy bien, uno no querría usarlos para trasladar personas a enormes alturas porque algo podía fallar.

Si se rompía la cuerda, el elevador caería por el hueco arrastrando a sus aterrados pasajeros hasta el fondo.

Así que en ese entonces, nadie en su sano juicio se hubiera atrevido a usar un elevador para trasladarse a las mortíferas alturas de una edificación de varios pisos.

Por lo tanto, lo que importaba no era solo construir un ascensor, sino que su seguridad fuera palpable.

Ese momento llegó en 1853, en ocasión de la Feria Mundial de Nueva York.

Nace una nueva era

Para demostrar la seguridad de los elevadores, Elisha  Oris, un inventor de Virginia (EU) llevó a cabo una temeraria demostración que pondría a prueba un mecanismo que evitaba la caída de los elevadores.

Rodeado de una multitud, Otis se subió a una plataforma que fue levantada por una cuerda y elevada a gran altura por encima de los expectadores.

Detrás de Otis estaba parado un hombre con un hacha, lo que hizo pensar que la muerte de aquel individuo estaba a punto de ocurrir.

Cuando el hombre cortó de un hachazo la cuerda que había elevado la plataforma, la muchedumbre contuvo la respiración…

La plataforma se sacudió pero no cayó. Hubo un aplauso, mientras Otis saludaba desde las alturas.

La seguridad del elevador

Muchas personas se sienten nerviosas dentro de los ascensores, pero se trata de mecanismos muy seguros, por lo menos diez veces más seguros que una escalera eléctrica. No ostante, uno se siente temeroso porque tomar un ascensor es como sentirse teletransportado: se cierran las puertas, se percibe el cambio en la fuerza de gravedad, las puertas se vuelven a abrir y uno aparece en otro lugar.

Dentro de un ascensor es fácil perder el sentido de ubicación. Si no fuera por las luces que indican en qué piso vamos, no tendríamos ni idea de donde nos encontramos.

Una nueva era comenzaba. (Selector de Vanguardia)