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Mirador 31/08/17
Me gustan mucho los perales de nuestra huerta en el Potrero.
Parecen muchachas despeinadas.
Ayer, a manos llenas, empezaron a darnos el don sabroso de sus peras. Y ¡qué peras! De oro por fuera, por dentro son de plata. Tienen forma de Venus Calipigia. Quiero decir que son de talle estrecho y amplias –muy amplias– de caderas. Cuando las muerdes te llenan la boca de dulzura, y te melifican también el corazón y el alma.
Me pregunto si merezco yo estas peras, No hice más que plantar los árboles cuando eran niños y acompañarlos mientras ellos se hacían adultos y yo viejo.
Ahora me corresponden con la gratitud que los árboles muestran siempre y los hombres casi nunca.
Mi mujer pondrá esas peras en almíbar y en Navidad serán regalo para el cuerpo y el espíritu.
En este momento tengo una hermosa pera entre las manos y no puedo menos que pensar en Venus. Para que mi pera no se ofenda le prometo que cuando vea a Venus pensaré en ella.
¡Hasta mañana!...