Mirador 01/09/17

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Mirador 01/09/17

Iba la lechera con su cántaro camino del mercado.

La alegraba el pensamiento de lo que haría con el dinero de la venta de la leche: compraría huevos que le darían pollos que vendería para comprarse una vaca que le daría terneros que vendería para comprarse una casa que le permitiría conseguir marido.

En eso —¡oh desgracia!— tropezó y cayó. El cántaro se quebró; se derramó la leche. ¡Adiós huevos y pollos! ¡Adiós vaca y terneros! ¡Adiós casa y marido!

Por fortuna pasaba por ahí un fabulista que se prendó de la lechera y la desposó. Ahora la lechera tiene al fabulista escribiendo fábulas a mañana, tarde y noche. Ella vende lo que escribe su marido, y con el dinero compra huevos y pollos, y terneras y casas. Se da la gran vida mientras el infeliz de su esposo se mata haciendo fábulas.

No sé si esto que acabo de escribir tenga una moraleja. Si la tiene, que les aproveche a los fabulistas.

¡Hasta mañana!...