Desde las cenizas

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Desde las cenizas

Era la mañana del dos de septiembre de 1945 y el automóvil que transportaba a Mamoru Shigemitsu, Ministro de Relaciones Exteriores del Imperio Japonés llegó a la bahía de Tokio. Al bajar de su auto, se reunió con el general Yoshijir? Umezu y el contralmirante Tomioka. Los tres subieron al acorazado norteamericano USS Missouri en donde se entrevistaron con el general Douglas MacArthur, comandante supremo de las fuerzas occidentales en Oriente. El general MacArtur encabezaba a una larga lista de almirantes y generales representantes de los aliados, que como espectadores hacinados entre el mástil, chimeneas y torres de los cañones, se dispusieron a presenciar la firma por parte de Shigemitsu del Instrumento de rendición formal de Japón durante la Segunda Guerra Mundial.

En mayo de 1945 se había firmado la capitulación de Alemania, pero la guerra continuó en el Pacífico. Su prolongación llevó al presidente de los Estados Unidos, Harry Truman, a ordenar el ataque a Japón con una bomba atómica sobre Hiroshima. El teniente coronel Paul Tibbets, a bordo del superbombardero B-29 Enola Gay, fue el encargado de lanzar a “Little Boy”  (nombre de la bomba atómica). 
Eran las 8:15 am. del 6 de agosto cuando la bomba alcanzó su objetivo. 

Tres días después, Estados Unidos, el único país que ha ordenado un ataque de esta naturaleza, lanza un segundo bombardeo, esta vez sobre la ciudad de Nagasaki. El número de víctimas causadas directamente por la explosión se estima en 50 mil personas y 30 mil heridos de una población de 195 mil habitantes. Más de 100 mil personas se habían volatilizado con la explosión y las ciudades habían sido prácticamente borradas del mapa. 

El Imperio Japonés decidió que era suficiente y el 15 agosto de 1945, la radio NHK, la emisora nacional del Japón anunciaba que el Emperador Hirohito se dirigiría a su pueblo. Era la primera vez que los japoneses lo escucharían, lo que añadió mayor emoción a la recepción al discurso en donde dijo: “Yo, el Emperador, después de reflexionar profundamente sobre la situación mundial y el estado actual del Imperio Japonés, he decidido adoptar como solución a la presente situación el recurso a una medida extraordinaria. Con la intención de comunicarlo me dirijo a ustedes, mis buenos y leales súbditos. He ordenado al Gobierno del Imperio que comunique a los países aliados la aceptación de su Declaración Conjunta. La trayectoria de la guerra no ha evolucionado necesariamente en beneficio de Japón y la situación internacional tampoco nos ha sido ventajosa. Además, el enemigo ha lanzado una nueva y cruel bomba, que ha matado a muchos ciudadanos inocentes y cuya capacidad de perjuicio es realmente incalculable”.

Orgullosos, los japoneses que escucharon el discurso de Hirohito, se alegraron porque en sus palabras jamás aparecieran palabras como “rendición” o “derrota”. La guerra era tratada como un desastre natural, y no como la imposición de la voluntad del otro. Hasta esa fecha, la Segunda Guerra Mundial, pero a pesar de la semántica, Japón, el único pueblo que ha soportado el impacto de dos bombas atómicas, al “soportar lo insoportable” se rendía y ponía fin al conflicto más sangriento de la historia humana y la última verdadera guerra total en la historia humana que había causado la muerte de 20 millones de soldados y de 47 millones de civiles.

La guerra terminaba  el 2 de septiembre y empezaba un proceso que vería transformado el paisaje asiático durante el resto del Siglo 20, incluso en el Siglo 21|. Bajo la ocupación de Estados Unidos y aun con el mando del emperador Hirohito, el Japón Imperial se convirtió en una entidad del pasado y nació el país que hoy conocemos como “Japón” moderno. Pero lograrlo no fue fácil. Se abrazaron y naufragaron las horas oscuras con sus corazones unidos. Fue un proceso doloroso, sangriento. Necesitaron de un renovado sentido de esperanza que los impulsó a construir un mejor presente y un mejor porvenir y al final lo lograron. Tal como escribiera el pensador alemán Friedrich Nietzsche: “¿Cómo podrías renacer sin antes haber quedado reducido a cenizas?” y los japoneses lo hicieron. Fueron destruidos y renacieron desde sus propias cenizas.

@marcosduranf