Mirador 30/09/17

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Mirador 30/09/17

Hay una estrella que nadie ha visto nunca. Se sabe, sin embargo, que tiene existencia real.

Todos los astrónomos la han buscado desde los tiempos de Galileo hasta nuestros días. Su búsqueda ha sido inútil. La estrella los evade con astucia: ya se esconde atrás de otras estrellas; ya aparece cuando los astrónomos están descuidados o dormidos.

Sin ser astrónomo, un hombre la miró una noche. Se le mostró sólo un instante, pero fue suficiente para dos cosas: la primera, para que el hombre fijara su imagen en la mente; la segunda, para que se enamorara de ella.

Eso de enamorarse de una estrella no es cualquier cosa. Desde entonces el hombre no duerme por las noches con la esperanza de volverla a ver. Sus vigilias han sido en vano. Y el hombre sufre una pena mayor que la del amor no correspondido: la pena del amor que no se deja ver.

Yo soy su amigo, y lo consuelo. Le digo:
–Eres afortunado. Estar enamorado de una estrella es algo tan hermoso 
que ni siquiera necesitas ver al objeto de tu amor.
¡Hasta mañana!...