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Mirador 02/10/2017
Tuve una hijita –relata la mujer morena–. Pero como no me la admitían en la casa donde iba a trabajar, decidí venderla.
¿Qué edad tiene esta historia? Puede tener 100 años o 50 ó 10. Quizá sucedió ayer. Nos habla de pobreza; de injusticia; de discriminación. Miles de mujeres indígenas dejan el lugar en que nacieron y vivieron sus primeros años y van a trabajar en las ciudades grandes, lo cual implica una dolorosa separación, un desgarramiento.
Esas “trabajadoras del hogar” –ya no se llaman sirvientas, criadas, y ni siquiera empleadas domésticas– no reciben la publicidad de los indocumentados. Y sin embargo también envían dinero a sus familias y sufren igualmente las penalidades del destierro.
Muchos dramas humanos suceden frente a nosotros y no los vemos. Tan grande indiferencia ante el sufrimiento de los pobres forma parte también de la injusticia y la discriminación.
¡Hasta mañana!...