Mirador 05/10/17

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Mirador 05/10/17

Ayer fui a saludar a Panchito con motivo del día de su santo.

Su santo es él mismo, pues Panchito llamamos con cariño a San Francisco de Asís los vecinos del barrio de Santiago, en Saltillo, que vivimos a la sombra de su antiguo templo.

Franciscana era mi abuela Liberata, y franciscana también doña María, la madre de mi esposa y segunda madre mía. Sin merecerlo soy devoto del Poverello, que no sólo amó a la pobreza, sino que la desposó. Conoció la poesía que hay en la santidad y la santidad que hay en la poesía. Fue tan humilde que le puso apellido a la humildad. Siempre decimos: “humildad franciscana”.

Ayer acudí a la casa de Panchito, igual que cada año, y le pedí que me haga instrumento de su paz y que me infunda el amor que tuvo por todas las criaturas.

Con ese amor y esa paz quiero llegar al fin del camino. Y con su pobreza. Eso sería mi riqueza mayor.

¡Hasta mañana!...